José María Vázquez García-Peñuela. Catedrático de Derecho Eclesiástico (en excedencia) de la Universidad de Almería. Actualmente, rector de UNIR y director del Máster Universitario en Derecho Matrimonial Canónico. Miembro del consejo científico de revistas especializadas.
Avance
La esperanza para que nuestro idioma no desaparezca del campo de la investigación universitaria tiene una doble base: las futuras herramientas basadas en la inteligencia artificial y el trabajo de elaboración de diversos corpus del español que están desarrollando las Academias de la Lengua Española. El rector de la Universidad Internacional de La Rioja, José María Vázquez García-Peñuela, expresó así su reconocimiento a la labor de la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE) en la sesión inaugural de su decimoséptimo congreso, celebrado del 11 al 13 de noviembre en Quito.
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Es para mí un grandísimo honor participar en este acto de inauguración del XVII Congreso de la Asociación de las Academias de la Lengua Española que tiene lugar en el incomparable marco de esta histórica y noble ciudad de Quito y, concretamente, en este bellísimo Templo de la Merced. Un honor que se me ha concedido por la benevolente amistad que, desde un año, me une a doña Susana Cordero, quien me ha hecho objeto de su generosidad. Pero, si tuviera que presentar algún otro título, aparte de este de la benevolencia, diría que mi universidad es, si no me equivoco, la universidad no ecuatoriana con más estudiantes y egresados en esta nación. Son varios miles los que anualmente obtienen sus títulos oficiales en la Universidad Internacional de La Rioja y varias decenas de miles ya sus egresados. Y eso mismo ocurre en otras naciones vecinas o cercanas a esta. Apuntaría también, como título legítimamente, el ser la mía una universidad de La Rioja, una región tan vinculada al origen histórico de nuestra lengua y en la que se escribió el primer texto que se conserva en el que se recoge la expresión de un pensamiento completo en español. No unas palabras o vocablos aislados, sino un pensamiento completo dotado de sentido. En español imparte mi universidad muchos cientos de asignaturas que cursan estudiantes que se hallan en unos cien países de todo el mundo. No solo, por tanto, en las naciones en las que se agrupan la mayoría de esos 600 millones de hablantes que tiene nuestra lengua.
Esa manifestación de vitalidad del español en la docencia universitaria no tiene, sin embargo, su correlato en lo que se refiere a la segunda gran tarea que conforma la misión de la universidad, es decir, la investigación. Incidentalmente, quisiera decir que hay una fijación, una obsesión de los poderes públicos con la llamada transferencia a la que se intenta equiparar con la docencia e investigación, como un tercer fin de la institución universitaria. Lo que se quiere decir con el término transferencia es, llanamente, ganar dinero, hacer rentable la actividad investigadora de la universidad, lo cual, si se entiende sensatamente, es algo positivo, pero si se desquicia, resulta poco conciliable con la libertad de la ciencia, con la libertad de los saberes, muchos de los cuales tienen poco o nada que ver con la rentabilidad. Hacer una buena edición crítica de un texto clásico o de una fuente jurídica medieval, me atrevería a decir que nunca o rarísimamente será rentable, o, como es cada vez más frecuente oír, recurriendo a un término que está en el diccionario de la Real Academia Española, pero con un sentido con el que no se recoge, esas cosas, diría, son difíciles de monetizar.
Para la investigación universitaria, en los ámbitos de las ciencias exactas y experimentales, como en las de la salud y en el de la tecnología, el idioma inglés, que venía siendo hegemónico desde la mitad del siglo XX, actúa en los últimos lustros de una manera que se podría decir depredadora. Un cultivador de esas ciencias no podrá realizar su carrera como investigador si no publica el resultado de su trabajo en lengua inglesa, y algo similar está ocurriendo en las llamadas ciencias sociales. Gozan aún de libertad para usar su propia lengua los que cultivan los saberes humanísticos, históricos o jurídicos, y tendríamos que estar dispuestos a no dejarnos avasallar por quienes, desde el mundo de las grandes editoriales internacionales o desde las agencias acreditadoras oficiales, todo lo fían a los indicadores y a la bibliografía.
Ojalá que en los próximos años futuras herramientas informáticas basadas en la inteligencia artificial devuelvan y preserven para todos el derecho de plasmar en su lengua propia el fruto de su trabajo investigador. Es decir, ojalá que pronto sea posible que podamos leer con facilidad en nuestro propio idioma o en el que elijamos cualquier texto científico escrito en uno que no conozcamos o que no conozcamos suficientemente. Para ese logro y otros análogos, los trabajos que vienen realizando infatigablemente sus instituciones en la elaboración de los diversos corpus del español es fundamental y, por ello, todos los que usamos nuestra lengua para hablar o para escribir debemos estarles muy agradecidos.
Nada más, deseo que este XVII Congreso de la ASALE dé, al igual que los que le precedieron desde el inicial de 1951 en México, unos óptimos puntos. Muchas gracias.
En la imagen, el rector de la Universidad Internacional de La Rioja, José María Vázquez García-Peñuela, el pasado 11 de noviembre de 2024 en la sesión inaugural del XVII Congreso de la ASALE, celebrado en Quito. Foto: © UNIR