Nueva Revista

Steven Levitsky y Daniel Ziblatt: «Cómo mueren las democracias»

Cómo mueren las democracias. Foto generada con Adobe Firefly

Foto generada con Adobe Firefly

Steven Levitsky es politólogo y profesor de la Universidad de Harvard. Las investigaciones de Levitsky se centran en los partidos políticos, la democracia y el autoritarismo en distintos países en vías de desarrollo. Está especializado en América Latina, y particularmente en Perú y Argentina. Daniel Ziblatt es profesor de la Universidad de Harvard, especialista en estudios sobre democracia y autoritarismo en Europa desde el siglo XIX hasta el presente. En 2023 fue elegido miembro de la Academia Estadounidense de Artes y Ciencias.


Avance

De 2020 a 2024, una de cada cinco elecciones fue impugnada en al menos un procedimiento judicial. En uno de cada cinco comicios, un candidato presidencial o un partido perdedor rechazaron públicamente el resultado, y los partidos de la oposición boicotearon una de cada diez elecciones. La participación baja. La caída en la calidad de las democracias supera a los progresos. Los retrocesos se concentran sobre todo en la representación y en los derechos. Incluso países con democracias establecidas y consolidadas (en Europa y América) han sufrido un deterioro importante. 

Steven Levitsky y Daniel Ziblatt: «Cómo mueren las democracias». Ariel, 2018

Los datos anteriores proceden de IDEA (International Institute for Democracy and Electoral Assistance), una institución sueca que analiza la evolución democrática en cuatro categorías principales: representación, derechos, Estado de derecho y participación. En su último informe señala, en cuanto al Estado de derecho, que hay problemas para mantener la independencia del poder judicial. Sobre la protección de derechos, que hay deterioros significativos en relación con la libertad de expresión, de prensa y de asociación. Según IDEA, la energía para renovar el proyecto democrático radica en la capacidad de la sociedad civil para organizarse y en que se exija rendición de cuentas. Europa continúa como la región con mejor puntuación media en representación y en derechos, pero también con caídas por ataques o presiones a la libertad de prensa. Dinamarca encabeza la clasificación en varias categorías. Oriente Próximo es la región más autoritaria del mundo. En América Latina y del Norte son más los que han experimentado retrocesos que avances. África se mantiene constante y en Asia el declive es claro.


Artículo

En 2018, Steven Levitsky y Daniel Ziblatt publicaron How Democracies Die, que la editorial Ariel puso a la venta en español ese mismo año con traducción literal: Cómo mueren las democracias. En febrero de 2024, el libro de Ariel iba por la séptima impresión. A la vista del informe de IDEA arriba resumido, repasamos los mensajes principales del trabajo de Levitsky y Ziblatt, porque Cómo mueren las democracias ofrece un marco teórico para entender lo que está ocurriendo. Levitsky y Ziblatt fueron de los primeros en señalar que las democracias también pueden morir en los países desarrollados de Occidente. Rechazaron el excepcionalismo occidental. No hay vacuna que lo proteja.

En su ensayo, Levitsky y Ziblatt se preocupan en primer lugar por su país, porque con la llegada de Donald Trump al poder, en 2017, vieron a «políticos decir y hacer cosas sin precedentes en Estados Unidos, cosas que, sin embargo, identificamos como precursoras de crisis democráticas en otros lugares». Y se asustaron, como les ocurrió a tantos otros compatriotas, por más que intentaran serenarse con reflexiones del estilo «Aquí la cosa no se puede poner tan fea». Levitsky y Ziblatt se preguntaban si estaban presenciando el desmoronamiento de una de las democracias más antiguas y consagradas del mundo. Ante eso, era «esencial» conocer cómo la ciudadanía de algunas democracias había logrado resistir.

En general, se piensa que las democracias mueren a manos de hombres armados. Tras la II Guerra Mundial, fueron sobre todo los golpes de Estado los que provocaron el colapso en tres de cada cuatro democracias. Pero desde el final de la Guerra Fría (1989), la mayoría de las quiebras democráticas no las han provocado generales y soldados, sino los propios gobiernos electos, como Chávez en Venezuela. Según Levitsky y Ziblatt, dirigentes elegidos por la población han subvertido las instituciones democráticas en Georgia, Hungría, Nicaragua, Perú, Filipinas, Polonia, Rusia, Sri Lanka, Turquía y Ucrania. En la actualidad, «el retroceso democrático empieza en las urnas». Algunos dirigentes desmantelan la democracia a toda prisa, como hizo Adolf Hitler tras el incendio del Reichstag en febrero de 1933, en Alemania, que le sirvió de excusa para atribuirse poderes especiales. Más a menudo, sin embargo, las democracias se erosionan poco a poco, «en pasos apenas apreciables».

Un caso paradigmático de lo anterior es Venezuela. Hugo Chávez era un político que denunciaba a una clase gobernante corrupta. Prometió una democracia «auténtica», que aprovechara la riqueza petrolífera del país para mejorar la vida de los pobres. Consiguió que le apoyaran muchos venezolanos que se sentían abandonados por los partidos establecidos. Chávez dio sus primeros pasos claros hacia el autoritarismo en 2003. Se volvió más represivo tras 2006, cuando clausuró un importante canal de televisión, arrestó o envió al exilió a políticos de la oposición, a jueces y a figuras mediáticas bajo cargos dudosos y eliminó la limitación de años en la presidencia para permanecer en el poder indefinidamente. En 2017, una asamblea constituyente monopartidista usurpó el poder al Congreso, casi dos décadas después de que Chávez ascendiera por primera vez a la presidencia.

Los autócratas electos, como Chávez en su día, como Maduro hoy, mantienen «una apariencia de democracia, a la que van destripando hasta despojarla de contenido». Muchas medidas gubernamentales son legales, en el sentido de que las aprueban la asamblea legislativa o los tribunales. Es posible que incluso se vendan a la población «como medidas para “mejorar” la democracia»: para reforzar la eficacia del poder judicial, combatir la corrupción o incluso sanear el proceso electoral. Se sigue publicando prensa, «si bien esta está sobornada y al servicio del poder». En una situación así, la población no cae inmediatamente en la cuenta de lo que sucede. Muchos continúan creyendo que viven en una democracia. Dado que no hay golpe de Estado, ni declaración de ley marcial ni suspensión de la Constitución, «nada hace sonar las alarmas entre la población». Quienes denuncian los abusos del Gobierno pueden ser descalificados por «exagerados o alarmistas». «La erosión de la democracia es casi imperceptible».

Los autócratas electos subvierten la democracia también «llenado de personas afines e instrumentalizando los tribunales y otros organismos neutrales, sobornando a los medios de comunicación y al sector privado (u hostigándolos a guardar silencio) y reescribiendo las reglas de la política para inclinar el terreno de juego en contra del adversario»; los asesinos de la democracia «utilizan las propias instituciones de la democracia de manera gradual, sutil e incluso legal para liquidarla».

Para Levitsky y Ziblatt, históricamente, el sistema de mecanismos de control y equilibrio en los EE. UU. ha funcionado bastante bien, aunque no, o no exclusivamente, gracias al sistema constitucional concebido por los fundadores. Y aquí lanzan otra consideración: «Las democracias funcionan mejor y sobreviven durante más tiempo cuando las constituciones se apuntalan con normas democráticas no escritas». Dos normas básicas han reforzado los mecanismos de control y equilibrio en Estados Unidos, de tal modo que la ciudadanía ha acabado por darlas por supuestas: «La tolerancia mutua, o el acuerdo de los partidos rivales a aceptarse como adversarios legítimos, y la contención, o la idea de que los políticos deben moderarse a la hora de desplegar sus prerrogativas institucionales». Esas dos normas sustentaron la democracia estadounidense durante gran parte del siglo XX. La tolerancia y la contención funcionaban como los guardarraíles de la democracia y «permitían evitar la lucha partidista a muerte que ha destruido democracias en otras regiones del mundo», incluida la Europa de la década de 1930 y la Sudamérica de las décadas de 1960 y 1970. 

En la actualidad, los guardarraíles de la democracia estadounidense «se están debilitando». La flojera empezó cuando Barack Obama llegó a la presidencia (en 2009). Según Levitsky y Ziblatt, muchos republicanos pusieron entonces en tela de juicio la legitimidad de sus rivales demócratas y abandonaron la contención como estrategia, para intentar ganar por cualquier medio.


IDEA (International Institute for Democracy and Electoral Assistance). 2024. The Global State of Democracy 2024. Strengthening the Legitimacy of Elections in a Time of Radical Uncertainty. https://doi.org/10.31752/idea.2024.55

Levitsky, Steven/Ziblatt, Daniel. (2018). Cómo mueren las democracias. Trad. de Gemma Deza Guil. Barcelona: Ariel. [ISBN: 9788434427709]. Tít. orig. How Democracies Die. Ed. Crown. [ISBN:  9781524762933].

Salir de la versión móvil