Rafael Pampillón. Catedrático emérito de la Universidad CEU-San Pablo, doctor por la Universidad de Barcelona y MBA por el IESE, Pampillón ha sido decano de la Facultad de Economía de la Universidad de Extremadura.
Avance
La calidad de vida de las personas está determinada, no tanto por su talento o empeño, sino por el lugar en el que nacen. Un individuo que nace en un país en donde tiene acceso a servicios básicos, educación y salud de calidad, tendrá posibilidades de desarrollo totalmente distintas a alguien que nace en un país en donde el acceso a ellos es escaso. Es por eso que una pregunta central en la economía es: ¿Por qué algunos países son ricos y otros pobres?

Históricamente, los modelos de crecimiento económico se han centrado en factores como la producción, el trabajo y el capital. Un país es más rico mientras más capital acumule por trabajador, y más productivo sea su uso. Sin embargo, ello no responde por qué algunos países son más capaces de acumular estos factores que otros. Los economistas Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson ganaron el Premio Nobel de Economía 2024 por adentrarse en esta cuestión. Su respuesta es que la prosperidad de un país depende de la calidad de sus instituciones políticas, económicas y sociales.
La propuesta de estos economistas parte de la distinción entre instituciones inclusivas y extractivas. Por un lado, las instituciones inclusivas son aquellas que fomentan la participación amplia en la economía, promoviendo la competencia, la innovación, la independencia de los reguladores, la alternancia en el poder, la igualdad de oportunidades y el respeto a la propiedad privada. Este tipo de instituciones crean un entorno donde la mayoría de la población puede aprovechar las oportunidades para mejorar su bienestar, lo que impulsa el crecimiento económico sostenido. Por otro lado, las instituciones extractivas tienden a bloquear cualquier cambio que amenace los intereses de la oligarquía dominante. Estas instituciones son corruptas, colonizan los organismos reguladores, no tienen separación de poderes (entre el legislativo, ejecutivo y judicial) y limitan la libertad de expresión, el acceso a la educación, la innovación y el emprendimiento, lo que dificulta el desarrollo económico y perpetúa la pobreza y la desigualdad.
La conclusión de los autores es que el desarrollo económico sostenible depende de la creación y el mantenimiento de instituciones inclusivas. Esto implica fomentar la participación política, limitar el poder de las élites y asegurar el respeto al estado de derecho.
Artículo
Esta semana se anunciaron los ganadores del Premio Nobel de Economía 2024, que formalmente se conoce como el Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel, ya que el famoso inventor de la dinamita solo estableció cinco categorías para el galardón original: Física, Química, Medicina, Literatura y Paz. La distinción de este año fue otorgada a los economistas Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson, por sus investigaciones sobre la influencia de las instituciones en la prosperidad de las naciones.
Sus trabajos han sido fundamentales para entender cómo las instituciones políticas, económicas y sociales impactan en el crecimiento económico y la distribución de la riqueza. También han aportado una perspectiva valiosa sobre la capacidad de los países para enfrentar crisis y avanzar hacia un desarrollo inclusivo y sostenible. Una de las contribuciones más relevantes de estos economistas ha sido su análisis de cómo las instituciones influyen en la distribución del poder y la desigualdad. Según ellos, las instituciones extractivas no solo impiden el crecimiento, sino que perpetúan la desigualdad al permitir que una élite mantenga el control sobre los recursos y las decisiones políticas.
Los galardonados y su trabajo
Daron Acemoglu, profesor en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), es uno de los economistas más influyentes de la actualidad. Ha centrado su carrera en el estudio del impacto de las instituciones en el desarrollo económico y en la distribución del poder. Simon Johnson, también profesor en el MIT, se ha especializado en la relación entre crisis financieras y estabilidad institucional. James A. Robinson, profesor en la Universidad de Chicago, ha trabajado extensamente junto a Acemoglu en la investigación sobre las causas del éxito o fracaso de las naciones.
El trabajo de los tres economistas examina cómo las crisis bancarias, las guerras, los cambios tecnológicos y las revoluciones políticas pueden abrir oportunidades para transformar las instituciones. Estas situaciones permiten que las sociedades transiten de instituciones extractivas (que concentran el poder y los recursos en manos de una pequeña élite) a inclusivas (sistemas políticos democráticos que benefician a la mayoría de la población) o viceversa, según cómo se distribuyan los beneficios del cambio y quién controle el poder en ese momento. Por tanto, los laureados no solo analizan las causas del desarrollo económico, sino que también ofrecen una guía para que los responsables de las políticas públicas puedan construir economías más inclusivas y justas.
Acemougli y Robinson son autores del superventas Por qué fracasan los países: Los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza, un libro que se ha convertido en una referencia imprescindible en el campo del desarrollo económico. La obra explora las razones por las que algunas naciones prosperan mientras que otras se estancan, poniendo el foco en el papel central que juegan las instituciones.
Instituciones inclusivas frente a las extractivas: la clave para la prosperidad
El concepto central en la investigación de Acemoglu y Robinson es la distinción entre instituciones inclusivas y extractivas. Las instituciones inclusivas son aquellas que fomentan la participación amplia en la economía, promoviendo la competencia, la innovación, la independencia de los reguladores, la alternancia en el poder, la igualdad de oportunidades y el respeto a la propiedad privada. Este tipo de instituciones crean un entorno donde la mayoría de la población puede aprovechar las oportunidades para mejorar su bienestar, lo que impulsa el crecimiento económico sostenido.
Por el contrario, las instituciones extractivas tienden a bloquear cualquier cambio que amenace los intereses de la oligarquía dominante. Estas instituciones son corruptas, colonizan los organismos reguladores, no tienen separación de poderes (entre el legislativo, ejecutivo y judicial) y limitan la libertad de expresión, el acceso a la educación, la innovación y el emprendimiento, lo que dificulta el desarrollo económico y perpetúa la pobreza y la desigualdad.
Los autores sostienen que el fracaso de una nación en términos económicos se debe, principalmente, a la existencia de instituciones extractivas que impiden la participación de la mayoría de la población en la economía, obstaculizando así el potencial de crecimiento y prosperidad.
En su obra Por qué fracasan los países, Acemoglu y Robinson destacan que las instituciones económicas están estrechamente relacionadas con las instituciones políticas. Argumentan que las instituciones políticas inclusivas, como la democracia y la separación de poderes, son fundamentales para fomentar la creación de instituciones económicas que favorezcan el desarrollo. Cuando el poder político está en manos de una amplia coalición de actores, es más probable que se generen instituciones inclusivas que beneficien a la mayoría de la población. Por el contrario, cuando el poder está concentrado en una élite, es más común que surjan instituciones extractivas que favorezcan solo a unos pocos.
El libro también aborda cómo el equilibrio de poder en la sociedad influye en la naturaleza de las instituciones. En sociedades donde los ciudadanos tienen la capacidad de exigir cambios, es más probable que se desarrollen instituciones inclusivas. Sin embargo, en aquellos contextos donde el poder se concentra en una élite, las instituciones tienden a proteger los intereses de unos pocos, en lugar de promover el bienestar general.
A lo largo del libro, Acemoglu y Robinson han utilizado numerosos ejemplos históricos para explicar por qué algunas naciones prosperan y otras fracasan. Por ejemplo, hechos históricos como la Revolución Gloriosa en Inglaterra en 1688 o la Revolución Americana de 1776 son casos que han permitido la creación de instituciones inclusivas. Desde su fundación, estos dos países han facilitado el crecimiento y la innovación favoreciendo el desarrollo económico a largo plazo. En contraste, en otros países, las crisis han consolidado regímenes extractivos que obstaculizan el progreso. Entre estos ejemplos se incluyen casos como el de América Latina, donde la herencia de instituciones coloniales extractivas ha dejado un impacto duradero en el desarrollo económico.
Reflexiones finales
La conclusión de los autores es que el desarrollo económico sostenible depende de la creación y el mantenimiento de instituciones inclusivas. Esto implica fomentar la participación política, limitar el poder de las élites y asegurar el respeto al estado de derecho. Rechazan explicaciones simplistas que atribuyen el éxito o fracaso de las naciones únicamente a factores como la cultura, la geografía o los recursos naturales, argumentando que, aunque estos factores son importantes, es la calidad de las instituciones lo que determina el destino económico de un país.
El Premio Nobel de Economía 2024 sirve como recordatorio de la importancia de las instituciones en el desarrollo económico y social. Las investigaciones de Acemoglu, Johnson y Robinson muestran que la prosperidad no depende únicamente de los recursos naturales o de la ubicación geográfica, sino de las buenas instituciones que gobiernan nuestras sociedades. La clave para un desarrollo inclusivo y sostenible radica en fortalecer las instituciones y garantizar que estas sean inclusivas, favoreciendo la participación de todos en la vida económica y política.
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