Manel Santisteban fue a Eurovisión con La Década Prodigiosa, grupo del que fue miembro fundador, hizo arreglos para Mecano, compuso para Tino Casal y ganó premios internacionales con la banda sonora de La casa de papel, casi el colofón de una carrera en la que ha trabajado en muchas de las series de televisión más populares de España. Entre sus reconocimientos con forma de trofeo, destacan el del Círculo de Escritores Cinematográficos (1983), el de la SGAE (2005), el John Lennon Songwriting (1997), el Jerry Goldsmith Award (2020) y el Camille (2021), como mejor compositor europeo de bandas sonoras.
Avance
¿Cómo se compone una banda sonora? Las imágenes más insípidas y el rostro más hierático pueden cobrar vida gracias a la música. Un personaje parecer más cruel o divertido si el autor lo señala con su varita, casi mágica. Manel Santisteban (Madrid, 1956) nos cuenta en su estudio los secretos de un oficio al que ha dedicado más de media vida, cuando no estaba tocando jazz. Desde Médico de familia, 7 vidas y Los Serrano a La casa de papel, título con el que le llegó su mayor éxito internacional, el maestro cree que su gran virtud —hay que arrancársela un poco a la fuerza— es saber crear emociones. «Dicen que soy bueno en eso», admite con modestia. En el cine se ha prodigado menos, pero ganó el premio del Círculo de Escritores Cinematográficos por Freddy el croupier y arregló y dirigió la partitura de Bernardo Bonezzi para Matador, de Pedro Almodóvar, entre otros títulos en los que trabajó. Del ritmo infernal de la televisión se ha retirado, pero aún confía en componer su gran banda sonora para la gran pantalla.
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Manel Santisteban (Madrid, 1956) ha dejado atrás varias vidas, como un actor que deja por el camino a sus personajes. Sus trabajos más conocidos están ligados a otros grandes nombres. Hermano menor del compositor Alfonso Santisteban, ha tocado con Pedro Iturralde, en 1988 participó en Eurovisión con La Década Prodigiosa, grupo del que fue miembro fundador, y compuso e hizo arreglos para Tino Casal, Ana Belén, Amancio Prada, Radio Futura, Julio Iglesias y un etcétera con el que se podrían llenar varios estadios. Todas las canciones de José María Cano para Mecano pasaron por sus manos; esta frase solo es un ejemplo de la importancia de su trabajo, no un ripio más del letrista, un asunto, las letras del grupo, que ha dado pie a sesudos y favorables análisis. 1
Volvamos a Manel Santisteban, ganador de premios nacionales e internacionales y un músico y productor musical que ha acompañado a los españoles, sin que lo supieran, a lo largo de las últimas décadas. Sus trabajos para la televisión belga y para National Geographic también llevaron sus acordes a otros sitios del planeta, pero el definitivo reconocimiento internacional se produjo gracias a los atracos planeados por El Profesor, en La casa de papel. No ayudó poco la voz de Cecilia Krull, que ahonda en los sentimientos de sus canciones, la característica que define la obra de Manel.
Pero, ¿cómo se pone música a los sueños de otros? Para averiguarlo, nada mejor que perseguir al compositor hasta su estudio, presidido por un teclado rodeado de monitores, altavoces y otros ingenios. A unos metros de allí, es imposible no reparar en un precioso piano de cola, reservado para las sesiones de jazz y las horas de esparcimiento de un artista que consigue así separar el placer del trabajo, aunque desde fuera pueda parecer lo mismo.
Habrá quien piense que la música no ha evolucionado tanto como la imagen. Frente a la explosión de los efectos especiales en la pantalla, una nota suena igual ahora que en tiempos de Mozart, pero el estudio de Santisteban delata la revolución del oficio. Hace décadas, por lo general prodigiosas, entregaba sus obras en cintas de un cuarto, que se subían a la moviola. Ahora envía archivos digitales. El hombre que dirigió a la English Chamber Orchestra en Londres mientras Montserrat Caballé interpretaba Hijo de la luna también es capaz de recrear con su teclado el sonido de decenas de músicos e instrumentos. «Un oído entrenado todavía lo distingue, pero cada vez es más difícil», asegura.
Por si quedaba alguna duda, enciende la sala de mandos, se gira sobre el teclado y hace una demostración de los sonidos que pueden salir de las yemas de sus dedos y de lo fácil que le resulta improvisar unas notas para acompañar cualquier género narrativo. ¿Dónde salta la chispa? «No lo sé», confiesa, «pero que te pille trabajando». Manel Santisteban no sueña con melodías ni le asalta la inspiración en la cola del supermercado. Por otro lado, después de muchos años de conciertos y música en vivo, su salto a la composición de bandas sonoras supuso un cambio de vida radical. Si quisiera, no tendría que poner un pie en la calle. No necesita esa inspiración de acera y escalera. Cada capítulo de La casa de papel, por ejemplo, lo entregaba a través de la plataforma de intercambio de archivos que utiliza Netflix para preservar la seguridad de los envíos.
Un trabajo estresante
Eso sí, cuando se trabaja para la televisión, nunca hay descanso. El cierre semanal puede ser agobiante. «La casa de papel, sobre todo, me volvió loco. Necesitaba un respiro. Fue un trabajo muy satisfactorio, pero también muy estresante. Cuando haces segundas partes de un éxito así, todo el mundo está nervioso, hasta que el de arriba dice: ‘Me gusta’. Es agotador, porque tú eres el último de la cadena; todos quieren cambiar cosas por inseguridad». De la forma moderna de pagar derechos a los autores podemos hablar otro día.
Lo habitual es que el compositor reciba una copia de las imágenes, aunque no sea definitiva, para crear su música a partir de ellas. Hay rebeldes, como Gustavo Santaolalla, que pueden hacerlo al revés. «Él es guitarrista, y los guitarristas y los pianistas ya se sabe», bromea Santisteban antes de alabar el trabajo de su colega. «Yo me pongo las imágenes y las acompaño», resume. Como si fuera fácil. Y sus dedos ilustran esa sencillez tocando una vez más. Son decenas de miles de horas de práctica: «Voy viendo, siento el tiempo primero. La sensación es esa. A lo mejor va lento porque es una cosa de emoción. O es de acción y entonces elijo un tiempo rápido, pero siempre es algo emocional. Primero siento el tiempo y luego pongo las manos», describe.
En un momento dado, con sus manos sobre el mismo teclado, empieza a sonar una cuerda. ¿Sabes siempre de antemano qué instrumento vas a usar? «No, voy buscando…». Esa búsqueda de sonidos va mucho más allá de su teclado. Tiene miles de ellos almacenados en librerías que ha ido comprando. Pueden ser caras, pero enriquecen la banda sonora. Pone el ejemplo de Tina Guo, que toca el cello para Hans Zimmer y ha creado su propia librería. «Primero graba notas sueltas, luego cuerdas al aire, luego todas las notas, los pasos de una a otra, los staccatos… Y al final, tú tienes ese cello. Es como si la estuvieras escuchando, con su digitación especial y su sonido».
No todo se improvisa, por supuesto. «Antes de empezar tienes que tener una conversación larga con el productor o con el creador y ver qué referencias quiere, porque siempre hay alguna referencia». Otro trabajo fundamental es darle un estilo a cada personaje importante. «En Vis a vis, por ejemplo, la protagonista es una chica inocente a la que de repente enjaulan. Cuando estamos con ella, las músicas siempre apoyan que ella es un ser bondadoso, aunque al final su proceso muestra que se vuelve mala dentro de la cárcel. A mí se me ocurrió: vamos a hacer un tres por cuatro, que sea una cosita tierna, casi una canción de cuna». Y Manel se pone a cantar… «Luego veo qué instrumentos te salen. Puedo hacerlo con piano, con un acordeón, con distintas cuerdas, voy probando. Mira, estas dos claves están bien: staccatos, pizzicatos…». Y sigue creando, sobre la marcha, a una velocidad que asombra, mientras su mente elige sin titubear entre todas las pistas almacenadas en su equipo y organizadas por colores.
Manel Santisteban sigue contando secretos de su oficio, que muy pronto, el 26 de febrero, compartirá con los alumnos de UNIR y de Universidad Villanueva en el Foro Nueva Revista.
- En el libro Mecano. Inspiración poética y genio musical, editado por Guillermo Escolar, los académicos de la Universidad Complutense de Madrid Emilio Peral y Elena Torres analizan en profundidad las letras de sus canciones. ↩︎
Todas las fotografías son de Federico Marín Bellón.