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Nueva Revista dedica un nuevo monográfico a los pactos y lo titula Pactos 2. Divergencias. Se trata de un asunto capital en la vida pública, dado que la discrepancia y el contraste de puntos de vista son esenciales para la cultura democrática. Doce especialistas provenientes de la política, el derecho y el mundo académico debaten en torno al modelo territorial, la tensión entre el Estado de derecho y el principio mayoritario, los cordones sanitarios, las discrepancias en la política exterior, la identidad de género, el papel de los medios y la cultura woke.

El monográfico es fruto de la colaboración entre Nueva Revista y la Fundación Felipe González, que anteriormente publicaron Regeneración democrática, Memoria, política y archivos y Latam: mirar al futuro y una primera edición de Pactos, con prólogo de Felipe González.

Portada del número 191

Pactos 2. Divergencias ha sido coordinado por la politóloga Máriam Martínez-Bascuñán que firma la presentación. Ante el clima de polarización que amenaza a la democracia, recuerda la autora que la confrontación de puntos de vista en el espacio público es esencial para el mantenimiento de la democracia. Y que hay realidades sociales de las que solo somos conscientes cuando las observamos desde distintas perspectivas. Por ello, insta a romper con la «epistemología tribal, esto es, aquella en la que cada tribu tiene su criterio de verdad inmune a los criterios de verdad de otras tribus». A este propósito responden los trabajos que los doce especialistas publican en este número de Nueva Revista.

Jordi Sevilla y Gabriel Elorriaga abordan los flecos pendientes de la organización territorial del Estado, partiendo de la base de su carácter implícitamente federal. El primero propone la reforma del Senado para que se convierta en una verdadera Cámara de asuntos territoriales; y Elorriaga reclama negociación entre las dos grandes fuerzas políticas para que no se frustre la consolidación del Estado de las Autonomías.

Fernando Vallespín analiza el pulso que libran la dimensión liberal y la que afecta al principio mayoritario, en lo que llama «centauro democrático», especialmente preocupante en España. Elisa de la Nuez opina que las tensiones entre los poderes ejecutivo y judicial pueden llevar a la conclusión de que principio mayoritario y Estado de derecho son nociones antagónicas, y argumenta que se trata de un error.

Ramón González Férriz y Víctor Lapuente debaten sobre los cordones sanitarios y señalan que es preciso reconstruir un espacio, en el que el diálogo y la persuasión superen la idea de la política entendida como antagonismo.

La dinámica de la polarización se aprecia en un terreno tan estratégico como la política exterior de España, asunto que analizan Áurea Moltó y Mario Saavedra, deteniéndose en Marruecos, Venezuela, Gaza, Ucrania y Gibraltar.

No son ajenas al debate político las nuevas tensiones que aquejan al feminismo, como muestran en sus textos Laura Freixas y Nuria Labari. La primera se pregunta: «¿Cómo podemos entender las causas de la discriminación laboral, si adoptamos una nueva definición de mujer que hace abstracción del cuerpo y de la posibilidad de embarazo?», y Labari afirma que el género ha dejado de ser un destino para convertirse en una identidad.

Reprocha Manuel Cruz a los medios comunicación, frágil pilar de la democracia, el haber renunciado a su función «de proporcionar elementos de información y opinión que ayuden a los ciudadanos a tomar decisiones fundamentadas».

Finalmente, Jorge Lago se pregunta si el movimiento woke fomenta la guerra cultural. Frente a quienes creen que rompe consensos y cultura común, afirma Lago que tales consensos nunca fueron una experiencia compartida, sino una proyección que dejaba fuera de sí «una parte del cuerpo social».