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Eric Voegelin: «Hitler y los alemanes»

Hitler y los alemanes

Foto generada con Adobe Firefly

Eric Voegelin. Nacido en Colonia en 1901, estudió Derecho en la Universidad de Viena y fue allí profesor. Durante los años treinta adquirió notoriedad al criticar el racismo nazi, lo que le obligó a emigrar a Estados Unidos en 1938, cuando Hitler procedió a la anexión de Austria. En 1958 regresó a Europa para hacerse cargo de la cátedra de Ciencia Política de la Universidad de Múnich. Volvió a Estados Unidos en 1969. Desarrolló entonces, y hasta su muerte en 1985, una amplia labor científica en Hoover Institution (Universidad de Standford).


Avance

En su afán por comprender las causas últimas del nacionalsocialismo, Eric Voegelin trató de responder a esta pregunta: «¿Fue Hitler un líder o alguien que se aprovechó de la situación y de la corrupción de todo un pueblo para alzarse con el poder?». Lo hizo en una serie de conferencias que pronunció en Alemania en 1964.

Erich Voegelin: «Hitler y los alemanes». Trotta, 2024

En aquel 1964, Voegelin llevaba seis años en Alemania, tras su exilio en los Estados Unidos, y en ese momento la opinión dominante en el ámbito germano (Alemania y Austria) consideraba que las culpas de sus países y de su gente ya habían sido expiadas con la derrota y la ocupación. Ante la tibieza de las autoridades de la República Federal de Alemania (1940-1990) para con los partidarios del nazismo y su incorporación a la vida pública, muchos optaban por el olvido. Voegelin reaccionó en Hitler y los alemanes contra esa degradación moral. Aclaró en qué consiste «superar el pasado» y denunció la sutil y persistente complicidad de sus contemporáneos con el nacionalsocialismo. Llegó a la conclusión de que la «estupidez» y el «analfabetismo espiritual» alemanes habían sido la causa del ascenso de Hitler.

En Hitler y los alemanes Voegelin realiza agudos análisis teóricos pero también describe de forma impactante el «descenso al abismo» de las iglesias (protestante y católica), de la judicatura y de la universidad, desde los años treinta hasta 1945. Voegelin aplica nociones centrales de su pensamiento para ilustrar que una de dos: o la comunidad humana se abre a la trascendencia o cae en la «estupidez» y en el «analfabetismo espiritual», con consecuencias apocalípticas.


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¿Cómo fue posible el ascenso de Hitler al poder? ¿Qué consecuencias tiene hoy para nosotros? ¿Qué podemos aprender de aquella terrible tragedia? Nuestra comprensión de lo sucedido en Alemania de 1933 a 1945 es escasa. Hay muchos datos y poca intelección. Por eso, no deberían ser principalmente los especialistas en psicopatología los estudiosos de Hitler. En 1964, cuando Voegelin pronunció sus conferencias origen del libro Hitler y los alemanes, había al menos una buena biografía del genocida, la de Alan Bullock, publicada en 1952. Voegelin observa que los alemanes, y muchos alemanes influyentes e ilustres, se hallaban en una condición espiritual tan pobre que no eran capaces de sacar provecho de su lectura. Eran «analfabetos espirituales». La investigación útil tenía que ver en este asunto de Hitler con algo diferente a la locura y lo marginal que se le podrían atribuir, según Voegelin, porque no es posible comprender al dictador si no se aborda conjuntamente el análisis del pueblo alemán.

Fueron los alemanes corrientes quienes apoyaron a Hitler en las urnas. Pero quienes colaboraron con el régimen nazi (casi todos) se negaron a reconocer que eran indignos como el Führer, aunque quizás en distinto grado. Admitirlo hubiera supuesto condenar también a los que desempeñaron funciones representativas en el seno de la sociedad alemana: poetas, pensadores, filósofos, escritores, pastores, profesores, industriales, prelados, políticos, diplomáticos, jueces, funcionarios públicos y generales: toda la élite.

Para Voegelin, cuando se analiza el nacionalsocialismo desde un punto de vista político, lo relevante es el carácter y la personalidad de quienes perpetraron los crímenes. Dice algo que suena muy duro: «Políticamente hablando, las víctimas poseen interés solamente en la medida en que cooperaron y contribuyeron a su propio exterminio»; «lo importante son los asesinos y la actitud hacia ellos de la sociedad alemana actual».

Lo decisivo para Voegelin lo responde preguntándose si Hitler fue un líder o alguien que simplemente se aprovechó de la situación y de la corrupción de todo un pueblo para alzarse con el poder, empleando para ese fin sus grandes dotes políticas. No es cierto, afirma Voegelin y trata de demostrarlo, que una nación de más de cincuenta millones de personas se dejara engañar por un «estúpido». Además de que se puede ser a la vez estúpido e inteligente, el hecho de que Hitler se destapara como un ser despreciable no debería hacer olvidar «que alcanzó sus logros por algunas razones». Voegelin revela que esas razones pesaban en sus días, y siguen pesando hoy, por lo que argumenta.

Sobre la culpa colectiva, Voegelin parte de que cada uno es responsable de sus palabras, obras y omisiones, pero «el desorden y la desgracia siempre comprometen a toda la sociedad», como evidencian los millones de asesinatos nazis y el desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial.

«Superar el pasado»

En la Alemania de los años sesenta del siglo XX, Voegelin se escandaliza ante el espectáculo de una república de opereta que condecora a antiguos nazis, especialmente en la esfera del poder judicial y de la Policía. Se rebela contra el lugar común de «superar el pasado». Él habla «de presentes no superados» y de «presentes no superados en el pasado». Para Voegelin, no existe la historia contemporánea: «Lo que se incluye bajo esa expresión es resultado de un ejercicio de exhibicionismo realizado con fines meramente emocionales y con el único propósito de eximir de responsabilidad a la sociedad, presentando ostentosamente las atrocidades del pasado, o dicho de otro modo, buscando ‘superar’ el pasado». Según Voegelin, lo que conocemos por ciencia política nace «a partir de la crítica a la concepción de tiempo vigente», en una sociedad que rehúsa «someterse al juicio de la presencia de Dios». «Nuestras sociedades se encuentran regidas por principios y concepciones ideológicas no solo marxistas o nacionalsocialistas, sino positivistas, progresistas, secularistas, liberales, etc., concepciones que, de un modo u otro, imposibilitan por principio la tarea» de superar el pasado y el presente, porque soslayan ponerse en presencia de Dios.

En Alemania, destaca el autor de Hitler y los alemanes, no es posible emplear términos como «intelecto», «espíritu» o «razón» con el mismo significado que poseen en Inglaterra, América o Francia, con el mismo sentido que poseían para Platón, Tomás de Aquino o T. S. Eliot. «En alemán, el significado de todos estos términos, nacidos para revelar y expresar la presencia del hombre ante Dios, ha desaparecido por completo. A causa de ello, cuando se habla en público de ‘razón’, es muy complicado explicar que se emplea con un significado distinto al de la Crítica de la razón pura (Kant). O, si se habla de ‘espíritu’, que no se alude a lo que Hegel, o las ciencias humanas que se han desarrollado siguiendo su estela, comprenden por ello». Pese a la acumulación de todos esos prejuicios de origen ideológico, opina Voegelin que «Occidente se encuentra en una situación privilegiada porque siempre ha contado con instituciones, como la universidad, y con obras literarias que han contribuido a la preservación de la tradición clásica, cristiana y humanística».

Estupidez y analfabetismo espiritual

Cuando el órgano del que dispone el ser humano para orientase sufre alguna dolencia o patología, es decir, cuando el hombre olvida su condición teomórfica y la necesidad de responder a las exigencias de la razón y del espíritu, «se ve irremisiblemente condenado a actuar de un modo estúpido». 

Hay individuos más o menos capaces de leer o escribir, pero incapaces de expresar, de referirse o de comprender lo que tiene que ver con amplias regiones de la realidad; en concreto, lo relacionado con la razón y el espíritu. A eso lo llama Voegelin «analfabetismo espiritual»: saben leer y escribir, pero no se encuentran en condiciones de captar o comprender lo que tiene que ver con la razón, el espíritu, la rectitud o la justicia, por su escasa familiaridad con esos ámbitos. Su pérdida de la realidad repercute también en la esfera del lenguaje.

Según Voegelin, en Alemania, a diferencia de lo que ocurre en otras sociedades occidentales, el analfabetismo, entendido como el deficiente dominio del lenguaje en ámbitos determinantes para la acción humana, constituye un fenómeno muy extendido entre la élite. Hay personas muy cultas en Alemania, que dominan el lenguaje a la perfección, pero según Voegelin la literatura popular, desde un punto de vista social, incluyendo obras de profesores y académicos, está escrita por y para analfabetos espirituales. Uno de los rasgos del nacionalsocialismo era la estrategia empleada por la propaganda que consistía en causar nuevos sufrimientos para hacer caer en el olvido los ya provocados. No es algo fácil de comprender y es un fenómeno vinculado estrechamente con los de la estupidez y el analfabetismo, según Voegelin.

Hasta aquí, hemos resumido las partes del libro de Voegelin más teóricas, que tienen que ver con su desarrollo de herramientas de diagnóstico y con críticas a historiadores y publicistas alemanes de los años sesenta del siglo pasado, como Percy Ernst Schramm y Rudolf Augstein, los de los muchos datos y poca intelección.

Seguidamente, en Hitler y los alemanes vienen tres conferencias más de Voegelin sobre el descenso al abismo legal y al abismo eclesiástico, tanto de la Iglesia católica como de la evangélica.

Las iglesias y su abismo

Por decirlo de una forma corta y brutal, y con palabras de Voegelin: «El 22 % de los miembros de los escuadrones Einsatzgruppen [‘grupos operativos’], que para facilitar la conquista del Lebensraum [‘espacio vital’] exterminaron a la población civil de Polonia, profesaban la fe católica». Solo siete católicos en toda Alemania se negaron a cumplir el servicio militar. «No es un dato que se nos ofrezca para criticar a los católicos; lo que sucede es que no sabemos el número exacto de protestantes que objetaron, ya que no hay registros. Es probable que hubiera menos».

En junio de 1936 Wilhelm Berning, obispo de Osnabrück, miembro del Consejo de Estado de Prusia [nombrado por Hermann Göring], visitó algunos campos de concentración de su diócesis. El periódico Kölnische Volkszeitung informaba de que el obispo había ensalzado las instalaciones de los campos visitados. En una conversación con los guardias, el prelado habló en excelentes términos de su trabajo en el campo y finalizó con tres Sieg Heil por el Führer y la patria. «Esta es la única información sobre campos de concentración y obispos católicos de la que disponemos. Causó horror en todo el mundo».

La Iglesia católica publicó documentos reprobando el nacionalsocialismo o subrayando su incompatibilidad con la fe, como la encíclica Mit brennender Sorge (‘Con ardiente preocupación’), de 1937. Censuras así de claras no existen entre los evangélicos, reconoce Voegelin. Pero «esas condenas no eran ni intelectual ni espiritualmente muy profundas». Además, de forma lamentable, en varias ocasiones determinados obispos alemanes y austriacos explicitaron su apoyo a Hitler y exhortaron a sus fieles a comportarse como ciudadanos ejemplares y obedientes. Al igual que para los protestantes, también para ciertos sacerdotes católicos «era motivo de tristeza y pesadumbre la decisión divina de elegir a un judío para la encarnación. ¿Cómo no sentir vergüenza por ello?».

En medio de toda esta tiniebla de degeneración moral, hubo hombres, tanto católicos como protestantes, que resistieron y se rebelaron. No se doblegaron, como Dietrich Bonhoeffer. Como el padre Alfred Delp, jesuita, ejecutado por los nazis, acusado de participar en la conspiración del 20 de junio de 1944 para acabar con Hitler.


Voegelin, Eric. (2024). Hitler y los alemanes. Edición de José María Carabante. Madrid: Trotta. [ISBN: 9788413642192]. Título original: Hitler and the Germans. (2003). En The Collected Works of Eric Voegelin. Vol 31. Ed. Detlev Clemens y Brendan Purcell. University of Missouri Press.

Hitler y los alemanes (en alemán: Hitler und die Deutschen) procede de una serie de conferencias de Voegelin de 1964. En alemán, en forma de libro, se publicaron por primera vez en 2006: Voegelin, Eric. (2006). Hitler und die Deutschen. Ed. Manfred Henningsen. Múnich: Wilhelm Fink Verlag.

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