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Avance

Hay secretos que, como el de los Reyes Magos, no queremos conocer. Con Elena Ferrante ocurre algo parecido. En este artículo contamos cómo una autora desconocida se ha convertido en un fenómeno editorial planetario que se resume en un dato: más allá de los millones de libros vendidos, los lectores del New York Times consideran que Dos amigas es el mejor título del siglo XXI. Ferrante vuelve a estar de actualidad porque la plataforma Max (antigua HBO) ha estrenado la cuarta y última temporada de La amiga estupenda, adaptación liderada por la televisión pública italiana de los cuatro volúmenes que componen la obra más conocida de la enigmática escritora. En unas tramas en las que cabe tanto, es bonito que un asunto como la educación atraviese la obra entera, hasta conseguir que esta gire a su alrededor. No falta su pequeño contrapunto desmitificador, como veremos. 

Tan apasionante como los libros de Elena Ferrante es el misterio que envuelve y protege de la fama a su autora. No da entrevistas, no participa en la vida pública y no considera necesario —a la vista está que tiene razón— participar en la maquinaria de promoción editorial. En resumen, triunfó sin vender su alma al diablo. Y aunque la sensibilidad femenina de sus obras es una de sus características principales, ni siquiera sabemos con certeza si es un hombre, una mujer o un colectivo de irrespetuosos guionistas gamberros, al estilo Carmen Mola. A lo mejor solo alquiló su alma, sin llegar a venderla. Ha habido intentos por desenmascararla, pero la propia prensa se ha revuelto contra un periodismo de investigación considerado, por una vez, indeseable. 

El entusiasmo es peligroso y puede crear falsas expectativas, pero ¿qué sería de nuestras vidas si lo dejamos morir por dentro? Dos amigas tira del hilo de la historia reciente de Italia, una sociedad tan parecida a la española, para enfrentarla al espejo de la actualidad del siglo XXI. En este artículo se soslayen los aspectos literarios de la obra de Ferrante, que queda en manos de los críticos. El interés principal del texto es el misterio vital de la autora y la fabulosa adaptación televisiva titulada La amiga estupenda. Se evita así, de paso, el cansino juego de las comparaciones. A Alfred Hitchcock le bastó un chiste para desmontar la odiosa costumbre. Se lo contó a François Truffaut, que lo recoge en su célebre libro-entrevista: «Seguro que conoce la historia de las dos cabras que se comen los rollos de una película basada en un bestseller. Una cabra le dice a la otra: ”Pues yo prefiero el libro”». Es una historia con varias lecturas, como la prosa de Elena Ferrante.


Artículo

Elena Ferrante: «La amiga estupenda», primer volumen de la tetralogía «Dos amigas». Lumen, 2020
Elena Ferrante: «La amiga estupenda», primer volumen de la tetralogía «Dos amigas». Lumen, 2020

Las dos amigas son Lila Cerullo y Elena Greco. Lenú (aquí Ferrante no se esconde y utiliza su propio nombre) es más aplicada, mientras que Lila tiene un talento natural poco común y una arrolladora personalidad, que a menudo juega en su contra. Todo empieza cuando la narradora, ya mayor, recibe una llamada para alertar de la desaparición de su compañera. Se abre entonces la compuerta de los recuerdos, que brotan en un poco verosímil pero agradecido orden cronológico. Lenú nos cuenta sus primeros años en la escuela y sus reencuentros posteriores a lo largo del tiempo.

Una primera lectura, sencilla, indica hasta qué punto pueden separarse dos almas gemelas, con similares posibilidades sociales, solo por la diferente pasión con la que ambas afrontan sus años de formación. Como enseñanza general básica es ya una idea ganadora, sobre todo porque no está envuelta de doctrina. 

La segunda capa de complejidad la ofrece el trasfondo de lucha de clases e ideologías, que permite capítulos singulares, aunque en este relato prevalecen la amistad y la educación, vista esta última como algo esencial, incluso como un vehículo para escapar de la violencia. No falta, con todo, un punto de descreimiento y de duda permanente. En el primer capítulo de la última temporada, escuchamos una frase significativa, un disparo de nieve: «¿Por qué has estudiado tanto?». No refuta su vida, pero a Elena le sirve para desempañar las gafas: ni la más exquisita educación nos libra de los caprichos de la vida, de sus sinsabores, del dolor del amor y las relaciones humanas, un campo tan propicio para la traición como la guerra y aún más proclive a provocar errores. ¿Qué camino es mejor, en última instancia, el ordenado de Lenú o el improvisado y más salvaje de Lila? ¿Es posible que todos conduzcan a Roma?

La respuesta es irrelevante; lo esencial es reflexionar sobre la pregunta. Que un debate tan profundo se nos presente de forma amena sin caer en lo superficial en una serie de televisión es un regalo del cielo. Con unos guiones primorosos, hijos de la prosa de Ferrante, la puesta en escena y la dirección de arte nos transportan en el tiempo; todos sabemos que para lograr una producción tan cuidada «solo» se requieren dinero y talento. Las actrices y el resto del reparto también son excelentes, con una virtud que puede pasar inadvertida: la elección constante de un ejército de secundarios en el que no desentona nadie. Si todo esto no basta para atraparnos, la partitura de Max Richter completa la seducción, acompañada a menudo por una voz en off preciosa en el tono (el mérito es de Alba Rohrwacher) y eficaz en la narración, por más que se trate de un recurso discutible, rara vez utilizado con eficacia. Por supuesto, para escucharla a ella es preciso recurrir a la versión original.

¿Alguna queja sobre el resultado audiovisual? Una menor: precisamente la citada Alba Rohrwacher, quien da vida a Elena Greco en la última temporada y es hermana de Alice Rohrwacher, directora de un par de capítulos, no se parece lo suficiente a las anteriores. Es solo un pequeño inconveniente físico, que genera cierta discontinuidad visual, un desajuste menor acentuado por el comportamiento algo errático del personaje justo cuando se produce el último cambio de actrices. Torturada por los desengaños, y esto es lo importante, Lenú Ferrante nos enseña que tampoco la educación es escudo suficiente para proteger ese talón de Aquiles situado en el corazón de las personas.

Hay otros juegos divertidos, además de la ensalada Rohrwacher, y seguro que el espectador español se pierde la mayoría. En una escena de la temporada recién estrenada, Fabrizio Gifuni (Nino en la ficción), observa en televisión el secuestro de Aldo Moro. Él mismo interpretó el personaje, con enorme acierto, en la miniserie Exterior noche.

El enigma Ferrante

Sobre la adaptación ya se ha dicho lo suficiente y una de sus funciones está salvada: llevar aún más lectores a los libros. Volvamos a la figura de la autora. Circula por ahí un documental, Ferrante Fever, que no conoce casi nadie. De hecho, en España ya no lo pueden ver ni quienes están abonados a todas las plataformas. Tampoco era un trabajo pensado para desvelar el misterio. Más bien brindaba a la escritora la ocasión de lucirse con algún despeje: «¿Qué soy fuera de mis libros? No demasiado, una señora no diferente de tantas otras». 

En la película de espías en la que se convirtió la búsqueda de la identidad de Ferrante, es divertido comprobar que la Wikipedia le atribuye 81 años y una fecha exacta de nacimiento, 5 de abril de 1943. En uno de los artículos que se citan como fuente, publicado hace ocho años, se dice que tenía 63 años. No es la única contradicción.

El primero en tirar del hilo fue un periodista italiano, Claudio Gatti, que publicó un sonado artículo en 2016 en el que aseguraba que Ferrante era en realidad Anita Raja, traductora de la editorial en la que se han publicado sus libros. Lo de menos aquí es la invasiva investigación económica, el modo en el que se demostró que una modesta trabajadora había amasado de repente una pequeña fortuna. Poco después del cotilleo, en una cuenta efímera de Twitter, Raja (o alguien que usaba su nombre) admitía que ella era Ferrante. También pedía que la dejaran en paz o no volvería a escribir una línea. Días después, otro reportero con mala fama por su afición a fabular entrevistas, aseguraba que los tuits eran suyos, quién sabe si para complicar la historia o para simplificarla.  

Otra vía más directa de conocimiento son las entrevistas concedidas por Ferrante a través del correo electrónico. La más extensa y conocida apareció en el Corriere della Sera, en la que se habla sobre todo de lo importante, aunque se termina con la inevitable pregunta: «En resumen, ¿podemos saber quién es ella?», le preguntan para zanjar el asunto. «Elena Ferrante», responde. «He publicado seis libros en veinte años. ¿No es suficiente?»

En realidad, la autora sí concedió una entrevista en persona… pero había truco: se la hicieron para The Paris Review sus propios editores, las únicas dos personas que conocen con certeza la identidad de Ferrante y las dos últimas que querrían traicionarla. Por ellos sabemos que el secreto no es una estrategia publicitaria, sino fruto de la timidez: «Me asustaba la idea de tener que salir de mi caparazón». Sería bonito leer también alguna vez la vida de estos dos cómplices, Sandra Ozzola y Sandro Ferri, responsables de la editorial Edizioni E/O y padrinos de la obra protagonizada por Elena Greco y Lila Cerullo. La autora no se ha quitado la máscara, pero en sus conversaciones sí ha revelado algunos detalles personales: creció en Nápoles y es hija de una costurera, es madre y está casada. Aun así, ha admitido que falsea la verdad «cuando es necesario para proteger» su persona y sus sentimientos, sus «presiones».

El embrollo no termina aquí. Cuando Anita Raja se enfrentaba a su fama involuntaria, salió a la palestra el nombre de Domenico Starnone, conocido escritor y guionista «obsesionado» con la cultura que, casualmente, está casado con la traductora. A partir de ahí, muchos fantasearon con que el matrimonio hubiera engendrado una obra a cuatro manos. Algunos indicios encajan con esta solución: con ayuda de la omnipresente inteligencia artificial y sus algoritmos, desde el ámbito universitario se analizaron los textos y se comprobaron los parecidos estilísticos entre Starnone y Ferrante, si bien los libros firmados por la segunda destilan una sensibilidad femenina que no parece fingida. 

¿Hizo mella algo de esto entre los seguidores de Elena Ferrante, como le ocurrió a Carmen Mola? Muy al contrario, optaron por una vía más sensata: ¿qué importa quién nos escribe unos libros tan maravillosos? La comunidad, con la prensa a favor de una omertà sana, atacó a Gatti —Jeanette Winterson dijo en The Guardian que había cometido «un acto de malicia» que «podría destruirla creativamente»— y logró que nadie más ahondara en una vía que por otro lado ya estaba agotada. El diario británico, por cierto, publicó después una columna semanal de Ferrante, un experimento que duró un año y que quedó recogido en el libro La invención ocasional, también editado por Lumen en España. 

Desde entonces, cierta tranquilidad ha vuelto a casa de Raja y Starnone y al hogar de la propia Ferrante, si acaso es otra persona. Lo importante es que siga escribiendo y que, como quiere creer Jonathan Franzen, incluso podamos leer el quinto volumen de Dos amigas. La última novela de Ferrante es La vida mentirosa de los adultos, publicada hace cuatro años.

   


En la imagen de arriba, las actrices Gaia Girace (Lila) y Margherita Mazzucco (Lenú), en una imagen promocional de la serie la serie ‘La amiga estupenda’ ©RAI

La serie se puede ver en España en la plataforma Max (antigua HBO). En RTVE Play está disponible la primera temporada.

Periodista desde el siglo XX, primero en «ABC» y luego en «El Mundo». Autor del libro «Ajedrez sin miedo», reedición de «Ajedrez para torpes». Creador de damasyreyes.es.