José Antonio Marina. Filósofo, pedagogo y ensayista. Entre sus últimos libros se encuentran El deseo interminable. Las claves emocionales de la historia e Historia universal de las soluciones.
Avance
En su nuevo libro El Club de los buscadores de soluciones, el filósofo y pedagogo José Antonio Marina se dirige al público adolescente con el fin de proporcionarles las herramientas necesarias no solo para afrontar esta etapa de su vida, sino también para convertirlos en ciudadanos que construyan la sociedad del mañana. Para ello les presenta la «inteligencia resuelta», enfocada en la resolución de problemas, convencido de la utilidad que tendrá a lo largo de su vida, ya que los obstáculos nunca dejarán de estar presentes. A pesar de tratarse de un libro para adolescentes, esta obra de Marina puede despertar también el interés del público adulto, que tiene entre manos la responsabilidad de ser guía para los más jóvenes.
El libro relata la historia de un instituto que desarrolla un proyecto para equipar a sus alumnos con las habilidades de esta inteligencia dirigida a la resolución de problemas. A través de la narración, se van desarrollando los distintos aspectos de esta «inteligencia resuelta», centrándose en un grupo de estudiantes que decide crear un club para ponerla en práctica. De la mano de estos personajes, el lector va comprobando cómo puede aplicar esta inteligencia a su vida y, con ella, transformar también la sociedad.
Artículo
José Antonio Marina, filósofo, escritor y pedagogo, cuenta con una dilatada investigación centrada en el estudio de la inteligencia. Su nuevo libro El Club de los buscadores de soluciones, está destinado a los adolescentes, que se encuentran en una edad en la que surgen con fuerza numerosos problemas, pero en la que también irrumpe con ímpetu la ilusión de proponerse proyectos. Por extensión, se dirige también a los adultos interesados en la educación de adolescentes, proporcionándoles ideas y recursos para su tarea.
La obra se fundamenta en la idea de que, sea como sea la vida de cada persona, una cosa cierta es que va a tener que enfrentarse a problemas. Por ello, el autor plantea la necesidad de desarrollar un tipo de inteligencia que tenga como finalidad la resolución de problemas: la «inteligencia resuelta». Marina aplica esta perspectiva a toda la realidad, considerando que la cultura es el conjunto de soluciones que los seres humanos hemos dado a los distintos problemas que han ido surgiendo a lo largo de la historia.
El relato de El Club de los buscadores de soluciones comienza a raíz del suicidio de Joaquín, un alumno del Instituto Antonio Machado, víctima del acoso escolar. El instituto quiere reaccionar ante este acontecimiento, intentando poner las bases para que algo así no vuelva a suceder, y con la conciencia clara de que, para ello, es necesario involucrar a todas las personas que conforman el establecimiento educativo.
La profesora de Matemáticas propone dedicar parte de su asignatura a enseñar a los alumnos el arte de la resolución de problemas en general, no solo los matemáticos. El triste acontecimiento la ha convencido de que, a menudo, sus alumnos no cuentan con las herramientas para hacer frente a los problemas que empiezan a asomar en sus vidas y que los acompañarán siempre. Por ello, idea una serie de clases cuyo objetivo es proporcionarles las habilidades para desarrollar la «inteligencia resuelta». Pronto se incorporan al proyecto la profesora de Historia y el profesor de Filosofía.
A lo largo del curso van abordando el tema a través de varias lecciones, a las que se dedican los distintos capítulos. Así, el proyecto comienza con una propuesta a los alumnos para vivir resueltamente, proporcionándoles herramientas para que no se enfoquen en la angustia que les puede invadir ante un problema, sino en las posibilidades de solucionarlo. Para ello se les anima a enfrentarse a sus ataduras imaginarias, a la creencia de que hay cosas imposibles de antemano, animándolos a que, ante un problema, siempre lo analicen e intenten resolverlo antes de asegurar que no tiene solución.
Se incide en la importancia de entrenar la inteligencia y en el papel que desempeñan las emociones en la resolución de problemas, ya que pueden facilitarla u obstaculizarla. Se plantea la diferencia entre conflicto y problema, presentando el primero como la voluntad de imponer una solución a otra, y el segundo como el escenario en que dos posibles soluciones se reúnen para encontrar juntas una respuesta.
Siempre desde la perspectiva de la resolución de problemas, el autor recorre otros temas como el acoso o la felicidad. Esta última es presentada a través de una fórmula basada en tres factores: bienestar, amor y progreso. Así, la felicidad es definida como «la armoniosa satisfacción de nuestros tres grandes deseos: pasarlo bien, tener buenas relaciones y sentir que progresamos». Otra de las cuestiones que aborda el autor desde su planteamiento es la sexualidad. Habla de cómo a lo largo de la historia las distintas sociedades siempre la han regulado en base a tres motivos: la relación que tiene con la procreación; el hecho de que viene mezclada con fuertes sentimientos y emociones; y la consideración de la necesidad de controlar la fuerza del deseo sexual y de la búsqueda de placer. Afronta también la cuestión del consentimiento en las relaciones sexuales y, aunque lo muestra como necesario, no lo considera suficiente, ya que puede consentirse algo nocivo, lo que no hace que esa realidad se vuelva buena.
Conforme los alumnos van recibiendo estas enseñanzas, se contempla cómo cuatro de ellos se involucran especialmente en el proyecto, llegando a fundar el Club de los buscadores de soluciones, cuyo objetivo es poner en práctica esa «inteligencia resuelta» que les están enseñando a desarrollar.
Progresivamente van aplicando esta inteligencia a distintos casos: concienciar a los miembros del instituto acerca de la realidad del acoso, para convertir su escuela en un lugar libre de bullying; solucionar unos robos que están sucediendo en el instituto; conseguir que el vecino de una de sus compañeras se comporte cívicamente y baje el volumen de la radio para que esta pueda estudiar y dormir, etc. Todo ello lo realizan con la convicción de que, con esas pequeñas acciones están, de alguna manera, poniendo las piedras para su futuro como ciudadanos, es decir, con la perspectiva de que estos actos pueden estar gestando una sociedad mejor para el día de mañana.
A través de la figura del club, Marina introduce un fuerte componente social en el libro. La constitución del club y las acciones que desarrolla apuntan a la importancia de que la inteligencia, en este caso la «inteligencia resuelta», cale más allá de aquellos que buscan solucionar un problema concreto y llegue a impregnar la sociedad. El Club de los buscadores de soluciones transmite a los adolescentes la idea de que la solución que pueden encontrar para sus grupos puede terminar impactando en la sociedad, logrando así un mayor alcance.
El libro se dirige claramente a un público adolescente, como evidencian distintos aspectos de su estructura: ilustraciones, llamadas de atención al final de cada capítulo en las que se remarcan las ideas clave, relato a varias voces a través de lo que los alumnos escriben en sus cuadernos, inserción de testimonios, historias y dichos, etc. No obstante, Marina lo plantea también como un recurso para los adultos, con la idea de que puedan recurrir a él para inculcar en los más jóvenes esa «inteligencia resuelta» con la que construir en el futuro una sociedad mejor capacitada para hacer frente a los problemas.