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Avance

El artículo defiende que las cosas, en el aspecto laboral, han cambiado mucho (y a mejor) desde 2010, cuando se vivieron altas tasas de desempleo, desigualdad y salarios bajos. Si es un hecho que las sociedades envejecen, también lo es que se aprecia más la mano de obra, sobre todo en trabajos manuales, difíciles de automatizar. Este cambio se ha visto favorecido por políticas macroeconómicas que impulsan el gasto público y aumentan la demanda laboral. Los gobiernos gastan a lo grande y apoyan las demandas de subidas salariales.

La mano de obra se ha vuelto tan codiciada que las empresas están empezando a atesorarla y elaboran programas para retener a sus empleados siempre que sea posible. En Alemania, por ejemplo, donde la economía se ha estancado desde principios del año pasado, los centros de empleo publicitan unas 730.000 ofertas de puestos de trabajo. El paro se mantiene en un bajo 3 por ciento. Debido, en parte, a la escasez de mano de obra, el mundo rico vive un auge migratorio, pero es tal la necesidad no cubierta de empleos que ni siquiera una inmigración a gran escala es capaz de satisfacerla.

En el plano político, el viento también sopla a favor. La mayoría de los países de la OCDE, incluyendo América y Francia, han conseguido mantener e incluso incrementar el salario mínimo en términos reales durante el reciente brote inflacionario. En la actualidad, la combinación de políticas económicas abanderadas por políticos y funcionarios también conviene a los trabajadores.

Especialmente significativo es el tipo de fuerza laboral que se demanda. La agencia de empleo alemana guarda registro de los puestos de trabajo más difíciles de cubrir y la mayoría exige una formación técnica más que académica: la escasez golpea sobre todo a la construcción y a la sanidad. Japón ofrece visados temporales a trabajadores en una docena de campos, incluyendo la elaboración de componentes y astilleros, y los sueldos del país crecen más deprisa que en ningún otro momento en las tres últimas décadas. La prima salarial de la que se benefician los portadores de un título universitario ya se está reduciendo y es probable que lo siga haciendo. Por otro lado, se constata la exigencia de una jornada laboral más corta, lo que refleja un cambio en las expectativas laborales en muchos países.

Asimismo, la irrupción de la IA está modificando el panorama laboral. Su impacto no es uniforme y depende del tipo de trabajo. Si hablamos de profesiones como médicos o abogados, la IA puede ayudarlos. El artículo pone el ejemplo de «enfermeros asistidos por IA aliviando a los médicos de algunas tareas, o programadores capaces de realizar encargos más complejos. La ventaja de la IA consiste en que permite a más gente ocuparse de tareas de alta formación y mejor pagadas», dice David Autor, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Algunos sectores, como la redacción o la edición de textos, pueden experimentar una caída en los ingresos debido a la automatización, pero para ellos la mayor productividad impulsada por la IA tendría el potencial de generar una mayor demanda.

En resumen, el artículo destaca que la combinación de factores demográficos, políticas macroeconómicas y la adopción de tecnologías como la IA están remodelando el mercado laboral global. Si bien hay incertidumbres, especialmente en términos de cómo la IA afectará a ciertos empleos, la tendencia general parece ser una mejora de las condiciones laborales, mayor empleo y salarios más altos, especialmente para los trabajadores menos cualificados. Las economías con una presión demográfica más fuerte, como Europa, experimentarán una escasez de mano de obra, mientras que las políticas de empleo seguirán siendo fundamentales para garantizar que los trabajadores se beneficien de estos cambios.


Artículo

Casi todo el mundo coincide en que hacia mediados de la década de 2010 fue un periodo terrible para ser un trabajador. David Graeber, antropólogo de la London School of Economics, acuñó la expresión bullshit jobs para describir un trabajo sin propósito que, sostenía, estaba por todas partes. Con la demora de la recuperación tras la crisis financiera global de 2007-09, casi un 7 por cierto de la mano de obra en el club de países razonablemente ricos de la OCDE carecía de trabajo. El crecimiento salarial era débil y la desigualdad de ingresos parecía aumentar de forma inexorable.

Cómo cambian las cosas. En el mundo rico, a los trabajadores les espera una edad de oro. A medida que envejecen las sociedades, la mano de obra se vuelve más escasa y mejor remunerada, especialmente el tipo de trabajo manual difícil de sustituir por la tecnología. Los gobiernos gastan a lo grande y caldean sus economías, apoyando las demandas de subidas salariales, y es probable que esto siga así. La inteligencia artificial (IA) proporciona a los trabajadores, especialmente a los menos cualificados, una mayor productividad, lo que podría llevar también a aumentos salariales. Algunas de estas tendencias refuerzan a las otras: donde la mano de obra es escasa, por ejemplo, es más probable que el uso de la tecnología se traduzca en un aumento de sueldo. El resultado será una transformación en la forma de funcionamiento de los mercados laborales.

Para entender por qué, volvamos al pesimismo. En su punto más alto, en 2015, la población china en edad de trabajar era de 998 millones de personas. Las empresas occidentales podían utilizar la amenaza de la deslocalización y la presión de los competidores chinos para forzar a la baja los salarios. David Autor, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), y sus colegas calculan que esto redujo los salarios estadounidenses entre 2000 y 2007, con un mayor impacto en los sueldos más bajos. Los políticos populistas, como Donald Trump, se aprovecharon y prometieron acabar con el «robo» de empleo por parte de China.

Ahora la población china en edad de trabajar está disminuyendo, otros países pobres luchan por crear capacidad industrial y la inestabilidad geopolítica hace menos atractiva la subcontratación. El mundo rico también se enfrenta a una escasez de trabajadores. De hecho, el número de ellos con edades comprendidas entre los 20 y los 54 años (susceptibles de realizar un trabajo físico) ya se ha estancado. Una encuesta realizada en 41 países por ManpowerGroup, una empresa de dotación de recursos humanos, revela que el 77 de por ciento de las empresas tienen dificultades para cubrir vacantes, el doble que en 2015. Dos tercios de las empresas industriales polacas afirman que la escasez de trabajadores es uno de los principales obstáculos a la producción. En Alemania, se han reducido los servicios de transporte público debido a la falta de conductores de autobús y tren. En Corea del Sur, las personas mayores trabajan cada vez más para evitar la escasez: alrededor del 59 por ciento de las personas de entre 55 y 79 años trabajan, frente al 53 de hace una década.

La mano de obra se ha vuelto tan codiciada que las empresas están empezando a atesorarla. Un estudio sobre pymes americanas revela que más del 90 por ciento se esfuerzan por retener a sus empleados siempre que sea posible. En Alemania, donde la economía se ha estancado desde principios del año pasado, los centros de empleo publicitan unas 730.000 ofertas de puestos de trabajo, cerca del récord. El paro se mantiene en solo un 3 por ciento. Debido, en parte, a la escasez de mano de obra, el mundo rico vive un auge migratorio, con una población nacida fuera del país que crece a un ritmo récord. Pero es tal la necesidad no cubierta de empleos que ni siquiera una inmigración a gran escala es capaz de satisfacerla.

Sería, por tanto, un buen momento para ser un trabajador incluso sin intervención de los políticos. Pero estos no se privan de intervenir. La mayoría de los países de la OCDE, incluyendo América y Francia, han conseguido mantener e incluso incrementar el salario mínimo en términos reales durante el reciente brote inflacionario. Por todo el mundo desarrollado se están gastando billones de dólares en un esfuerzo por acelerar la transición ecológica, reducir la dependencia con respecto a China y crear empleo. Aunque tales subvenciones acaban en su mayor parte en las arcas de las empresas y los aranceles son gravosos para el consumidor, ofrecen a los trabajadores de las industrias protegidas armas de negociación.

En la actualidad, la combinación de políticas económicas abanderadas por políticos y funcionarios también conviene a los trabajadores. A mediados de la década de 2010, el mundo rico tuvo la inflación más baja fuera de los periodos de crisis, pero pocos países optaron por las medidas de estímulo. Esto se debía en parte a análisis que sugerían que la economía estaba al máximo de su capacidad; luego resultó que aún quedaba margen. En 2013, la Reserva Federal americana pensaba que el paro se estabilizaría en torno al 5,6 por ciento a largo plazo. Para 2019, esa estimación había caído al 4,1. El FMI consideraba que Alemania estaba cerca del pleno empleo en 2012. Pero luego el país creó otros 2,8 millones de empleos sin un crecimiento inusual del nivel salarial.

La suerte de obrero

Hoy las cosas se ven muy distintas. Pese a la alta inflación, los países de la UE registrarán un déficit fiscal medio superior al 3 por ciento del PIB este año, según apunta la Comisión Europea. El déficit de América alcanzará el 8,2 por ciento, según previsiones del FMI. El envejecimiento demográfico, el cambio climático y las incertidumbres geopolíticas implican que los gobiernos tendrán problemas para no tirar de gasto en cualquier momento. Los bancos centrales quieren reducir la inflación, pero sus políticas sugieren que les gustaría evitar la demanda insuficiente y el bajo crecimiento de los precios de la década de 2010 cuando ya lo hayan conseguido.

Las autoridades, por tanto, apuntarán hacia lo que Janet Yellen, antes de convertirse en secretaria del Tesoro, llamaba «una economía de presión» (es decir, una economía que opera muy cerca de su potencial). Los líderes occidentales quieren asegurarse que se presentan a las elecciones con un historial de empleo saludable y alzas salariales, especialmente para las rentas más bajas. En ese sentido, parecen haber aprendido la lección de los 2010.

Esta estrategia está funcionando para los trabajadores. En un reciente estudio, Autor y sus colaboradores demuestran que la escasez de oferta laboral en Estados Unidos está llevando a un rápido crecimiento de los salarios, ya que los empleados cambian de trabajo con frecuencia en busca de sueldos mejores, y los trabajadores en la gama salarial más baja son los que más se benefician. Los investigadores señalan que, desde 2020, unos dos quintos del crecimiento en la desigualdad salarial a lo largo de las últimas cuatro décadas ha desaparecido.

Es probable que esté operando en el mundo desarrollado una tendencia similar. La agencia de empleo alemana guarda registro de los puestos de trabajo especialmente difíciles de cubrir. En este mismo año, hasta la fecha se han sumado 48 profesiones a una lista que llega ya a las 152. La mayoría exige una formación técnica más que académica, y la escasez golpea especialmente a la construcción y la sanidad. Japón ofrece visados temporales a trabajadores en una docena de campos, incluyendo la elaboración de componentes y astilleros, y los sueldos del país creceen más deprisa que en ningún otro momento en las tres últimas décadas. La prima salarial de la que se benefician los portadores de un título universitario ya se está reduciendo y es probable que lo siga haciendo a mayor ritmo.

Los mercados labores con escasez de oferta laboral también animan a los sindicatos a exigir más tiempo libre, para horror de unas empresas necesitadas de mano de obra. Los obreros de las acereras en Alemania prevén exigir una semana de 32 horas en las próximas negociaciones colectivas, frente a las 35 horas actuales. En España, el nuevo gobierno quiere recortar dos horas y media a la jornada promedio de 40 horas semanales. Como muestran los estudios y los datos sobre horas consumidas en el lugar de trabajo, hasta los americanos quieren trabajar menos.

Muchos empresarios esperan que los ordenadores compensen. La IA puede realizar tareas que exigen creatividad, improvisación y aprendizaje y que estaban hasta ahora fuera del alcance de las máquinas. Las empresas tienen fuertes incentivos para adoptarla. Un estudio preliminar de Dean Alderucci y colaboradores de la Universidad Carnegie Mellon, usando datos de patentes americanas desde 1990 a 2018, descubrieron que las firmas que innovaban incluso con las modalidades más primitivas de IA tenían un crecimiento de empleo un 25 por ciento más rápido y un crecimiento de ingresos un 40 por ciento más rápido que empresas equivalentes que no lo hacían.

Si la tecnología contribuye a hacer más útiles a los empleados de empresas de servicios —en centros de llamadas, por ejemplo—, eso mejorará la productividad y quizá también la satisfacción en el trabajo. De hecho, un reciente estudio de Erik Brynjolfsson y colaboradores del MIT revela que estos trabajadores consiguen resolver un 14 por ciento más de cuestiones por hora cuando cuentan con la asistencia de un bot de IA, siendo los oficios de más bajo rendimiento los que más se benefician de esta herramienta. Según un estudio de la OCDE, en torno al 80 por ciento de los trabajadores industriales y de servicios financieros que usan ya la IA reconocen que mejora su producción. Una gran mayoría afirma, asimismo, que mejora las condiciones laborales.

La irrupción de la IA

Algunos trabajadores obtendrán más ventajas que otros. Los que trabajan en servicios profesionales, como médicos o abogados, toman regularmente decisiones de gravedad en circunstancias no rutinarias. Como a menudo no hay una respuesta correcta, hacerlo exige juicio y una larga formación. La IA puede ayudarles a lograr el nivel de maestría necesaria. Imagínese a enfermeras asistidas por IA aliviando a los médicos de algunas tareas, o programadores capaces de realizar encargos más complejos. «La ventaja de la IA consiste en que permite a más gente ocuparse de tareas de alta formación y mejor pagadas», dice Autor.

Testimonios de profesionales de la edición y redacción de textos sugieren que ChatGPT ha reducido sus ingresos mensuales en un 5,2 por ciento. Pero estos datos deben tomarse con cautela, ya que muestran el impacto de la IA antes de que el mercado laboral se adapte. Mucho depende de cómo se desarrollen estos ajustes.

Si sube considerablemente la demanda, al tiempo que caen los precios, quienes trabajan en esos campos afectados por la IA podrían beneficiarse su mayor productividad: pueden atender a más clientes, aun si se les paga algo menos por tarea. Y la buena noticia es que la mayor productividad genera una mayor demanda en otras partes. Piense en un robot que sea mejor que los humanos haciendo llamadas telefónicas. Emplearlo genera teléfonos más baratos, una mayor demanda y, por tanto, más producción. A su vez, esto significa más demanda de diseñadores de teléfonos y programadores de aplicaciones. Daron Acemoglu y sus colaboradores del MIT, estudiando datos holandeses entre 2009 y 2020, revelan que el uso de robots se tradujo en mayores salarios para los trabajadores que no habían sido sustituidos, y así los beneficios se extienden más allá de las firmas que automatizan procesos.

Una economía más productiva es una economía más rica, que crea demanda de empleo y también de bienes y servicios menos afectados por la IA. Entre 1980 y 2010, casi la mitad del crecimiento del empleo vino de la creación de nuevos puestos de trabajo, según Acemoglu y Pascual Restrepo, de la Universidad de Boston. Este proceso se mantendrá y puede acelerarse. Aunque la IA desplace trabajadores, se crearán a su alrededor nuevas tareas, así como en otras partes de la economía. Las nuevas aptitudes requeridas no serán necesariamente digitales, sino aquellas que mejor complementen la labor de la IA. Los hospitales podrían buscar enfermeras con una excelente actitud de servicio para que trabajen en colaboración con herramientas de IA.

«Hasta ahora, los avances tecnológicos han sustituido tareas rutinarias, físicas primero en los años 70 y luego de oficina, en los 90», dice Melanie Armtz, de la Universidad de Heidelberg. «Mientras, los más aptos ocupaban el lado complementario de los avances, viendo crecer sus salarios como resultado». Con la revolución de la IA, es probable que sean los menos cualificados los que se beneficien. Y son precisamente quienes ya están gozando de subidas salariales, a medida que las firmas se esfuerzan por atraer empleados que cuiden de la población anciana y trabajen en nuevas industrias ecológicas.

Los factores de transformación del mercado laboral —el cambio demográfico, las políticas y la IA— interactuarán de modo diferente en diferentes condiciones. Los lugares con poblaciones que envejecen rápidamente experimentarán escasez de trabajadores, sobre todo en profesiones que exijan trabajo físico. Mientras las políticas macroeconómicas sigan siendo expansionistas, se mantendrá la presión al alza sobre los salarios. Eso promoverá el uso de la IA, que también podría propiciar un alza salarial. Los gobiernos tendrán que eliminar barreras en profesiones reguladas como la asistencia sanitaria para que se pueda disfrutar de estas ventajas. Los directivos tendrán que ser flexibles en el rediseño de las empresas.

En América, donde la presión demográfica es menos intensa, el impacto de la IA es más difícil de predecir. Puede amenazar con reducir los salarios, como sucede en Hollywood, y provocar huelgas. Sin embargo la historia sugiere que la economía generará nuevos empleos en respuesta a la riqueza que la IA está llamada a aportar. Los políticos querrán desplegar sus credenciales a favor de los trabajadores, apoyando a aquellos que protesten contra la IA en las calles. Harían mejor en preocuparse por quienes pierdan su empleo en la transición, pero sin obstruir los avances. En la duda, apueste siempre por el dinamismo americano.


Este artículo, publicado originariamente en The Economist el 28 de noviembre de 2023, se reproduce aquí con todos los permisos y traducido por Carlos Esteban. La imagen que ilustra el texto es de gpointstudio y se incluye en el repositorio de Freepik. Se puede consultar aquí.