Luis Alberto de Cuenca
Cancionero Tradicional
Cinco fueron las piezas del Cancionero Tradicional que incluí en mis Cien mejores poesías de la lengua castellana, concretamente ojos '', "Si la noche hace escura", "Al alba venidas "En Ávila, mis buen amigo", "Mal ferida iba la garza'', y "Que de noche la mataron".
Segunda Antología
Nos habla de una antología que figuran en ella seis poetas: Miguel dÓrs, Abelardo Linares, Lorenzo Martín del Burgo, Julio Martínez Mesanza, Amalia Bautista y Roger Wolfe.
Nuno Júdice
Fue mi amigo y maestro Luis Miguel Enciso, Comisario General de la Sociedad Estatal Lisboa '98, quien, por teléfono, me leyó el poema de Nuno Júdice que aparece hoy en estas páginas. "Escucha esta maravilla", me dijo, y me recitó, con la unción y el cariño que pone Luis Miguel en las cosas que de verdad le importan, "Um invernó em Lisboa" en la versión castellana del jovencísimo poeta y crítico asturiano Martín López-Vega (Clarín, núm. 5, septiembre-octubre, 1996, pág. 62). Su lectura me dejó patidifuso. Le agradecí el descubrimiento de un poeta de tal calibre y le prometí incluirlo en esta sección, cosa que ahora hago con muchísimo gusto, no sin antes haber llevado a cabo una nueva traducción del poema, bien sabe Dios que no por enmendarle la plana a mi admirado López-Vega, sino por zascandilear durante un rato sobre unos versos tan apasionantes.Nació Júdice en el Algarve en 1949. Ha escrito diez o doce libros de poemas decisivos para entender la poesía portuguesa actual. Ultimamente ha optado en el plano estético por nuestra querida "línea clara", componiendo poemas de corte narrativo que lo acercan a la mejor poesía española del fin de siglo. "El poema -ha escrito Martín López-Vega— no puede caer en el absurdo: en eso se diferencia de la vida". La inteligencia y la razón están ahí por algo y para algo, y la llamada a la irracionalidad que propugnan ciertos poetas no es más que el público reconocimiento de su propia impotencia comunicativa. Con Júdice, la poesía portuguesa se suma al nuevo clasicismo figurativo que, oponiéndose al inane retoricismo abstracto y al nonsense neovanguardista, caracteriza la mejor poesía de Occidente en vísperas del siglo XXI.UN INVIERNO EN LISBOAEs verdad que Lisboa, en invierno, no tiene la consistencia de una ciudad del norte. El aire es húmedo, el frío no entra en el alma, y no existen los blancos puros, ni los cenicientos que duran, ni siquiera el sentimiento inquietante de que el mundo se detuvo bajo la mortaja celeste.Las ciudades, no obstante, engañan. Y en Lisboa, en invierno, hay quien sufre con la soledad que cae con la tarde. Un final de frase puede traer consigo la percepción de la muerte, y ninguna palabra conseguirá dar un sentido a quien no sabe qué camino seguir, o en qué café entrar.En Lisboa, en invierno, puede verse, de vez en cuando, una mariposa perdida entre los coches mal aparcados. Sus alas no brillan, y hasta puede dudarse si estará viva o muerta. Pero cuando los dedos se aproximan para cogerla, ella se agita, parece huir y, finalmente, cae al suelo.Es verdad que, en invierno, poco le queda a una mariposa salvo morir. Pero quien ve en ella la ilusión de que la primavera se aproxima, se pregunta después: "¿Es esto la vida: crisálida de nada, vacío, angustia de nunca haber sido?".
Enrique Molina
Muy poco antes de morir, Enrique Molina publicó en el diario La Nación un bellísimo poema, titulado "Adiós", del que mi buen amigo Jorge Lebedev me proporcionó fotocopia. Lo ofrezco íntegro a continuación.
Instruir deleitando
El libro de Fernando Iwasaki, "El descubrimiento de España", dedicado a Paula, hija del autor nacida en España, comprende cuanto Fernando ha descubierto en su nueva patria a través de la memoria, el estudio y la experiencia.
Amalia Bautista
Presentamos una selección de poemas de Amalia Bautista. Sobre ella, Luis Alberto de Cuenca afirma que "Jugando y divirtiéndose con el lenguaje, como Marcial, como Louise Labé, Amalia ha concebido un mundo de palabras extraordinariamente fresco, habitable, distinto."
André Breton
Luis Alberto Cuenca presenta el poema "L'union libre" del poeta francés André Bretón, el cual describe como "uno de los poemas de amor más hermosos de la literatura contemporánea".
Gabriel Ferrater
Luis Alberto de Cuenca introduce al poeta Gabriel Ferrater y reproduce su poema "By Natural Piety" traducido al español.
Antología
En este número de verano de NUEVA REVISTA, y en estas latitudes donde el calor ejerce su magisterio inmisericorde, se me ocurre ofrecerles unas cuantas pildoras de línea clara, para aligerarles la digestión y entonarles el alma. He buscado en el gran depósito de psicotrópicos de nuestra lírica más reciente y he separado seis pastillas que por su aspecto (del contenido ya opinarán ustedes más tarde) me han parecido dignas de ser seleccionadas. La primera de ellas salió del laboratorio alquímico de Miguel d'Ors (Santiago de Compostela, 1946) y habla de esa mujer que hemos perdido incluso antes de encontrarla. Dice así:A ti, que serás siempre La Ignorada, a ti, que llegaste a quién sabe qué lugar cuando yo, ay, acababa de salir de él, o perdiste aquel tren, no sé cuál, que te hubiera traído al centro de mi vida, o estabas en un banco de algún parque un día que yo no quise pasear entre las hojas verlenianas, a ti, por la chacarera de tu mirada que nunca he visto, por ese corazón que desconozco y es como una playa en septiembre, a ti, por todo lo que me hubiera obligado a amarte, a ti, que me hubieses amado hasta nunca, que ahora puedes estar llorando en la luz fría de una habitación de hotel, o con tus hijos en el British Museum, o ves el arco iris en una telaraña, o piensas en mí sin saber que soy yo, a ti, retrospectiva, condicional, perdida, dondequiera que estés, este poema.La segunda es del bibliómano Abelardo Linares (Sevilla, 1952) y nos habla del vértigo del amor:Toda lentitud tiene algo de muerte. Todo cuerpo en reposo ensaya una postura de cadáver.Rapidísimo, entre convulsiones de montaña rusa, brusco como un pistoletazo en la sien o la dentellada de un cocodrilo, resbaladizo como la sangre recién derramada o la mirada del asesino, el futuro me arrastra, ya no importa hacia dónde, a la única velocidad recomendable, a la velocidad de la luz de tus ojos.La tercera se debe a Lorenzo Martín del Burgo (Almagro, 1952) y es una de las grageas líricas más tristes que he tomado en mi vida:Yo estaba en un café, sentado en un café. Yo estaba leyendo un libro, sentado en un café. Yo estaba leyendo un libro o un periódico, no consigo acordarme, sentado en un café. Yo estaba bebiendo en un café, sentado en el diván de un café. Yo estaba bebiendo cerveza o vino o coñac, no consigo acordarme. Yo estaba borracho en un café, perdido en un café, leyendo un libro, soñando con otros mundos, con otras gentes, con otros lugares. Yo estaba pensando en ti en un café, mientras leía un libro (no recuerdo qué libro era el que yo leía), mientras bebía una copa (no recuerdo de qué era esa copa que yo bebía). Yo estaba perdido, borracho en un café, esperando a un amigo. Yo esperaba a un amigo que no llegaba, o tal vez no esperaba a nadie, simplemente...
España y Paul Valéry
La especialista Monique Allaín-Castrillo hace un documentado estudio sobre la figura y la obra del gran poeta francés en el libro "Paul Valéry y el mundo hispánico" (editorial Gredos).
Jaime Gil de Biedma
El poema que acá presentamos, «Después de la muerte de Jaime Gil de Biedma» es, para Luis Alberto de Cuenca, el mejor poema de Jaime Gil de Biedma.
José del Rio Sainz
José del Río Sainz estudió Náutica en su ciudad natal y navegó durante muchos años como capitán de barco, aprehendiendo la variedad del mundo y la inanidad de las cosas. Se dedicó más tarde al periodismo. En el ínterin, había ido publicando libros de poemas como "Versos del mar y de los viajes" (1912), "La belleza y el dolor de la guerra".
Manuel Machado
Sin Manuel Machado (1874-1947) y sin Borges no es concebible la poesía española del fin de siglo. Su huella es perceptible en Julio Martínez Mesanza, Miguel d'Ors y Jon Juaristi, la tríada capitolina de nuestra lírica contemporánea.
Juan-Eduardo Cirlot
Juan-Eduardo Cirlot (1916-1973) es uno de los poetas en lengua castellana más interesantes del siglo xx. Le pasó lo mismo que a Cavafis y a Pessoa: tuvo que morirse para que los estudiosos empezaran a valorar su poesía, oscurecida por su tarea como crítico de arte, que fue muy aplaudida en el tiempo que le tocó vivir. Discípulo del musicólogo y etnógrafo Marius Schneider -el célebre autor de El origen musical de los animales-símbolos en la mitología y la escultura antiguas (Barcelona, CSIC, 1946) y de La danza de espadas y la tarantela (Barcelona, CSIC, 1948)-, Cirlot paseó por Cataluña y por España el brillo de unos ojos lúcidamente alucinados, haciendo gala en todo momento de un envidiable sentido de la independencia y de una aristocracia de espíritu poco frecuente en estos días.Sea en rotundos endecasílabos castellanos, sea en permutaciones gráficas o aliteraciones fonéticas de gusto arcaico y vanguardista a la vez, Cirlot continúa en sus versos el camino trazado por el antiguo bardo céltico, un camino de amor y de belleza "para la nada y donde nunca". Son caracteres rúnicos los suyos, surgidos de no sé cuál hechizo antiquísimo que los fijó desde el principio al metal o a la roca, asegurando así su permanencia. Cada letra reclama su pasado ideográfico y pictográfico, un pretérito sacro de espadas, cruces góticas y dragones. Entre los escasos, pero magníficos, poemas de "línea clara" de Cirlot figura el que ofrezco a continuación; puede leerse en Poesía 1966-1972, edición de Leopoldo Azancot, Madrid, Editora Nacional, 1974, páginas 128-129.MOMENTOMi cuerpo se pasea por una habitación llena de libros y de espadas y con dos cruces góticas; sobre mi mesa están Art of the European Iron Age y The Age of Plantagenets and Valois, aparte de un resumen de la Ars Magna de Lulio.Las fotografías de Bronwyn están en sus carpetas, como tantas otras cosas que guardo (versos, ideas, citas, fotos).Si ahora fuera a morir, en esta tarde (son las 6) de finales de mayo de 1971, y lo supiera de antemano, no me conmovería mucho, ni siquiera a causa del poema «La Quete de Bronwyn» que está en imprenta.En rigor, no creo en la «otra vida», ni en la reencarnación, ni tengo la dicha (menos aún) de creer que se puede renacer hacia atrás, por ejemplo, en el siglo XI.Sé que me espera la nada, y como la nada es inexperimentable, me espera algo no sé dónde ni cómo, posiblemente ser en cualquier existente como ahora soy en Juan-Eduardo Cirlot.Mi cuerpo me estorbaría y desearía la muerte -¡ah, cómo la desearía!- si pudiera creer en que el alma es algo en sí que se puede alejar e ir hacia los bosques estelares donde el triángulo invertido de los ojos y boca de Rosemary Forsyth me lanzaría de nuevo a la tierra de los hombres, porque en esta vida no he sabido o no he podido trascender la condición humana, y el amor ha sido mi elemento, aunque fuese un amor hecho de nada,...
Cultura en libertad
Mucha gente lo ha dicho, pero creo que fue Aranguren quien patentó la frasecilla: la cultura es de izquierdas. Nunca entendí cómo podía teñirse de un determinado color político algo tan sustancialmente ligado al único animal con dos apellidos, el homo sapiens sapiens, ese individuo perteneciente a la especie de monos erguidos que hace sólo unos pocos miles de años comenzó a imponer su ley en el planeta Tierra.