Ana Iris Simón. (Campo de Criptana, 1991). Periodista y escritora. Nieta de una familia de feriantes, estudió Periodismo y Comunicación Audiovisual, mientras trabajaba. Fue redactora en Telva y Vice, y guionista en Playz de RTVE. En 2020 publicó la novela autobiográfica Feria. Actualmente es columnista en El País.
Avance
¿A quién podría interesar la historia de una familia de feriantes de La Mancha?, se preguntaba una joven milenial que trataba de abrirse camino en Madrid. La historia de su propia familia, su padre comunista, sus abuelos feriantes… Pero Feria, publicada por una editorial pequeña en 2020, en plena pandemia, se convirtió en un bestseller: 14 ediciones y más de 50.000 ejemplares solo el primer año.
La autora desgranó algunas claves de la novela en una sesión del Foro Nueva Revista, con la reseña de Lourdes Ventura como referencia. Son estas: que el libro es una suerte de autorretrato de los milenials, con una situación económica peor que la de sus padres y un desarraigo existencial mayor; que, a pesar de haber sido instrumentalizada por derecha e izquierda, y teniendo la autora una marcada herencia ideológica, Feria no es tanto una crítica a un modelo político o económico como una enmienda a la modernidad que pone en cuestión la idea de un progreso sin sombras; que apunta a lo universal, a través de lo particular, como esa magia de la gran literatura que apela a lo común, a lo que a todos nos une; la misma literatura que, entrelazada con un paisaje, es capaz de forjar una idiosincrasia, como el Quijote con La Mancha.
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a primera sorprendida del éxito de Feria fue su propia autora, Ana Iris Simón, como contó en el Foro Nueva Revista, una sesión organizada por la Universidad Internacional de La Rioja en colaboración con la Universidad Villanueva, el pasado 4 de febrero.
Recordó la autora que cuando salió Feria ella era una perfecta desconocida, una milenial de 29 años que había saltado del pueblo (Ontígola, Toledo) al madrileño barrio de Malasaña, y que, como otros jóvenes indignados del 15-M, se manifestaba en Sol y trataba de abrirse camino en el difícil mundo laboral; una chica que —confiesa en el primer capítulo— tenía envidia de sus padres porque a su edad, «ya tenían una hija, hipoteca de la casa, Thermomix y trabajo».
«¿A quién podría interesar la historia de una familia de feriantes de La Mancha, un librito publicado por una editorial pequeña, Círculo de Tiza, y escrito, además, con la inocencia de quien no aspira a ser leído?».
Con sorna manchega, su padre le había dicho: «Menos mal que tienes 18 primos», futuros compradores, que si no…. Y sin embargo Feria, publicada en 2020 en plena pandemia, «tuvo éxito enseguida»: catorce ediciones y más de 50.000 ejemplares solo el primer año. ¿Por qué? «Fue un pequeño milagro», contó Ana Iris, «no mío, sino del portadista, de la correctora y de los miles de libreros que la recomendaron».
Un libro sobre las raíces
También influyó lo suyo el autorretrato de una juventud desarraigada que sirvió para conectar con muchos lectores: «Es un libro sobre las raíces y que pone en cuestión algunos mantras que nos hemos creído acríticamente, como que el progreso no tiene claroscuros y que la historia es una línea recta que va siempre hacia adelante». Eso explica que Feria levantara «algunas ampollas» y que algunos «lo convirtieran en una suerte de manifiesto político».
El libro se hace eco del lamento de los milenials, con esa envidia de la autora por la situación de sus padres a su edad. Por primera vez en la historia, los hijos van a vivir peor que sus padres. Es verdad —matiza la escritora— que «mi padre creció en una casa que no tenía váter»; pero no es menos cierto que quienes, como él, nacieron en los años 60 del siglo pasado «han conocido un progreso económico y social que difícilmente se va a dar en otra generación posterior».
Actualmente no resulta fácil «tener trabajo para toda la vida, poder comprarse una casa y fundar una familia». Ana Iris lo ilustró con datos de FEDEA (Fundación de Estudios de Economía Aplicada): «Los que ahora tenemos 30 años cobramos un 50 por ciento menos de lo que cobraban nuestros padres a nuestra edad, en la década de los 80, lo cual se debe a la temporalidad laboral, a la inflación y al coste de la vida».
¿Dónde ha quedado aquel ascensor social de la época del baby-boom, del que proceden sus padres? «Ahora está averiado» opinó la escritora. «Ha funcionado en generaciones anteriores a la mía y ha servido para ensanchar la clase media en España, pero ya no es así». La universidad, por ejemplo, ya no sirve como antes de ascensor social. «¿Tiene sentido mandar a generaciones enteras a la universidad si no se modifica el tejido productivo en España? Porque solo vas a conseguir tener los camareros que más sepan de historia».
La diferencia ya no la va a marcar el ascensor social, sino «quién heredó y quién no». «La herencia, al final, es lo contrario del mérito. Me hace mucha gracia cuando hablan de meritocracia aquellos que han heredado tres pisos en el centro de Madrid. Cuando el mérito, en realidad, no es suyo sino de su tatarabuelo».
Además, «el modelo económico y cultural en el que vivimos acaba imponiendo como deseos aquello que nos imposibilita tener. Acaba vendiendo como deseable, como un estilo de vida al que hay que aspirar, el de no tener nada y ser feliz, como dice el Foro Davos». Añade que detrás de cada modelo económico hay «una propuesta antropológica y un modelo de vida», y el actual es el del «individuo desvinculado, sin casa, sin familia, que concibe como una oportunidad tener que irse a vivir fuera para trabajar»; y para el que compartir piso es «una experiencia, en lugar de algo que muchos jóvenes se ven obligados a hacer». Y luego, recalca con ironía, «se ponen nombres en inglés a nuestra miseria, con términos como co-living para decir «me veo obligado a vivir con otros cuatro maromos, aunque tengo ya casi cuarenta años»».
La ideología del sistema
Aludió, en este sentido, a las corrientes de opinión dominantes y afirmó que existe, hoy en día, «una brecha muy grande entre la opinión pública y la publicada en medios; y en esta última se ven representados ciertos discursos que no están en la calle. Como el discurso anti-familia, que es transversal a todos los medios, por ejemplo en ABC, un periódico conservador, que publicó que el grupo demográfico más feliz son las madres solteras». Sin embargo, ese discurso «no suele estar en la realidad de la calle». Lo que ocurre es que las plataformas que consumimos, «como Netflix, HBO o Disney, reproducen la ideología del sistema; que además es cambiante, según vaya el dinero».
Sería erróneo deducir de todo ello que Ana Iris imita a la mujer de Lot. «No creo que yo esté más a gusto en el pasado, como se ha llegado a decir a propósito de Feria» afirma. Una cosa es su experiencia personal, ya que tuvo una infancia feliz; y otra muy distinta, el duro pasado de su familia. «Mi bisabuelo murió exiliado en Francia por comunista, mi abuelo creció sin padre y se tuvo que exiliar a Alemania como tantos españoles. En los 60, mi abuela crio 9 hijos sola. Me parecería terrible romantizar todo eso». Ahora bien, «tampoco creo que cualquier futuro sea necesariamente mejor».
Ante la pregunta de si se había ideologizado o instrumentalizado políticamente la novela, la autora respondió que, desde determinados sectores, «se quiso ver en Feria más cosas de lo que había en realidad». Algunos llegaron a señalarla casi como «las memorias de José Antonio Primo de Rivera, cuando solo son las memorias de una chica de pueblo».
Sin embargo, el ADN ideológico de Ana Iris es inequívoco: «un comunismo casi hereditario», asegura. Y agradece profundamente «haber crecido en una familia muy ideologizada, que prácticamente concibe la ideología como una secularización de la religión, como tantas otras familias». Cuenta, a este respecto, que tiene una discusión con su padre sobre bautizar a los hijos. «Yo he bautizado a los dos míos y eso para mí es legarles lo más valioso que creo que tengo; y para mi padre, llevar a mi hermano a las reuniones del partido o a la fiesta anual del PC era legarle lo mejor que tenía… y no se equivocaba».
De modo que su visión de la sociedad es profundamente política y Feria no está exenta de esa visión y de «una crítica más que al modelo económico, a la propia modernidad». Menos le gustó «la lucha partidista en la que quisieron meter el libro». Lo sorprendente es que por la misma obra llegaron a felicitarla líderes políticos de derecha a izquierda, desde Podemos a Vox. Lo cual «significa que todavía existe algo pre político que nos une, y a través de lo cual podemos entendernos».
Miedo al vecino
Respecto a las raíces, recordó la escritora que llegó a Madrid no desde un entorno exactamente rural sino de un pueblo (Ontígola, Toledo) «que no era la España vaciada sino la España llenada, porque pasó de tener 900 habitantes a 5.000… es la España de los PAU y las ciudades-dormitorio».
La atracción que, para los jóvenes, puede ejercer la gran ciudad lleva al engaño de creer que si te quedas en el pueblo «no progresas y eres un infeliz». A este respecto, Ana Iris Simón prefiere vincular «el progreso al cuidado y no al cambio». «La cosmovisión moderna te hace creer que, si no experimentas, si no cambias, no vives una vida plena. Ya lo dijo Chesterton, “El esfuerzo de la persona moderna típica es huir de la calle en la que vive”, porque piensa que va a encontrar la verdad lejos de casa en lugar de cerca». Pero, en realidad, apostilla Ana Iris, «lo que tiene es miedo a mirar a sus vecinos y a mirarse a sí mismo; porque cuando te vas a Tailandia, no hay vecinos, ni amigos, ni familiares, sino tailandeses que no te importan en absoluto».
La magia de la literatura
Lo particular entronca con lo universal, como apuntaba Tolstoi con su célebre frase, que trajo a colación uno de los asistentes: «Si quieres ser universal, describe tu aldea». «La mayor constatación de esto», subrayó Ana Iris, «probablemente sea el Quijote, que no habla de España, sino de una región de España, pero que apela a lo universal. El valor, la magia de la literatura es que apela a lo común. Cuando leo a Cortázar, a Borges y a García Márquez no puedo sino reconocerme en la diferencia». En ese sentido, señala la autora, «es imposible no reconocerse en los clásicos, a pesar de lo que nos separa de ellos. Uno puede leer a los padres del desierto o a Platón o la Ilíada y sentirse identificado con ellos. La literatura funciona porque nos conecta con lo que trasciende el espacio y el tiempo».
Señaló que su libro se podría inscribir en la corriente neorrural, senda transitada, entre otros, por Sergio del Molino con La España vacía; María Sánchez con Tierra de mujeres y, en un sentido más irónico, por Daniel Gascón, con Un hípster en la España vacía. Y como apunta Lourdes Ventura en su reseña de Nueva Revista, Feria es un eslabón milenial de una tradición que se remonta a Delibes y continúa con Julio Llamazares, Luis Mateo Díez o con Jesús Carrasco, —y su novela Intemperie—.
En el caso de Feria, resulta determinante el paisaje, la tierra, La Mancha. «Es curioso cómo la idiosincrasia manchega se basa en una ficción, el Quijote. Me impacta mucho como se puede construir un pueblo a partir de la más grande de las obras que hemos tenido en España», subrayó la escritora.