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Susana Cordero de Espinosa. Directora de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, primera mujer que la dirige. Se doctoró en Pedagogía con especialización en Filosofía en la Pontificia Universidad Católica de Ecuador. Cordero de Espinosa es una reconocida ensayista, catedrática universitaria y editora del diario El Universo (Guayaquil).

Avance 

El pasado 11 de noviembre, en la inauguración del XVII Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE), celebrado en Quito del 11 al 13 de noviembre de 2024, Susana Cordero de Espinosa, directora de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, recordó la historia de esta Academia y de su sede. Además, expresó su deseo de que el congreso «sea un hito que contribuya a esa indispensable toma de conciencia social que nos impulse individualmente… a contagiar a todos el amor por la palabra buena, bella y verdadera que nos impida volver atrás y nos ayude a asumir que lograrlo depende del conocimiento y el amor que cada hablante pone en el valor de su expresión, en el leer y escribir: en el cultivar, amar y vivir la palabra que nos enseña a ser».  Ofrecemos a continuación el discurso resumido de Susana Cordero de Espinosa. 


Artículo

Queridos directores y secretarios de las academias hermanas, colegas de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, anfitriona de este acontecimiento. Esperamos que este Congreso permanezca en la memoria de cada miembro de las veintitrés academias de la lengua española por contribuir a descubrir cómo y por qué la lengua española es y deberá seguir siendo ejemplo de unidad. En cuanto a nuestro esfuerzo cotidiano por tutelarla, cabría acudir, uno tras otro, a los ciento cincuenta años de la fundación de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, que estamos celebrando este año 2024, y a nombres insignes de personajes ecuatorianos cuya vida se entregó a la patria y a la palabra. 

El expresidente Gabriel García Moreno, habiendo recibido la noticia de la instalación de la Academia Ecuatoriana en Madrid en octubre de 1874, hace hoy ciento cincuenta años, decretó su creación en Quito e incluyó en su resolución la entrega anual de seiscientos pesos para nuestro sostenimiento, lo cual, luego de su atroz asesinato, nunca cumplieron los presidentes sucesivos. Treinta años más tarde, en 1905, el gobernante Leónidas Plaza reconoció esa deuda y entregó a la Academia, en resarcimiento, la casa que ustedes conocieron esta mañana, para que la Academia Ecuatoriana de la Lengua la enajenara y adquiriera otra situada en un lugar más apropiado para cumplir su destino cultural. Sin embargo, ninguno de los catorce directores, que durante los años siguientes procuraron la excelencia académica, soñó en venderla.

En 2005, don Víctor García de la Concha me comunicó, aún en reserva en Madrid, que la Agencia Española de Cooperación pensaba entregar a las academias americanas la suma necesaria para su rehabilitación, siempre que se hallara la sede en el centro colonial de nuestra ciudad. Vine de España con esta grata noticia que comuniqué a nuestro entonces director, don Carlos Joaquín Córdoba. En 2009 recibimos el dinero y se inició la rehabilitación de nuestra vieja casa de la Plazoleta de la Merced. La ocupamos con orgullo desde 2013 y, hoy, la estación San Francisco, del bello metro quiteño, nos ayuda a llegar a ella en muy corto tiempo. Nuestra Academia sobrevivió durante muchos años con un exiguo emolumento, pero este respeto constante de la propiedad de nuestra casa nos permitió rehabilitarla. Hace hoy menos de un mes, tuvimos la visita de doña Susana Sumelzo, secretaria de Estado para Iberoamérica y el Caribe y el Español en el Mundo, que manifestó su alegría de haber conocido una casa tan adecuada y bella. 

Susana Cordero, en el XVII Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE)
Susana Cordero, en el XVII Congreso de la ASALE. © Fotos UNIR

Así, juntos y agradecidos, cada uno de ustedes, académicos participantes de esta magna reunión, sin cuya presencia en Quito este Congreso no tendría lugar, se encuentran en nuestra ciudad gracias al hecho singularísimo, imposible de imaginar hace quinientos años, de que más de 600 millones de personas hablen en el mundo el castellano o español. Su distribución atraviesa en América países distintos y distantes, desde los Estados Unidos, donde más de cincuenta millones de hablantes de distinto nivel cultural la usan hoy; y allí, para defender y mantener la lengua española, académicos y catedráticos hispanoamericanos y españoles, como don Tomás Navarro Tomás y el ecuatoriano Gumersindo Yepes, entre otros estudiosos, fundaron en 1973 la Academia Norteamericana de la Lengua Española. Desde ese norte lejano, hasta la Patagonia argentina y chilena, el español es la lengua dominante y en la parte oriental del Cono Sur, en Uruguay, se halla la Academia Nacional de Letras. Contamos también con la antigua y querida Academia Filipina, que aún lleva el nombre de Felipe II, y con la Academia de Guinea Ecuatorial, la más recientemente fundada en el único país africano cuya lengua oficial es el español. Confiamos en que nuestra Asociación de Academias encuentre la mejor manera de recibir en su seno a la ya constituida Academia Nacional del Judeoespañol, o sefardí, cuyos miembros hablaron nuestra lengua y la han preservado orgullosamente durante muchos siglos. 

En este Congreso, en honor de nuestra lengua y nuestros libros, evoco las palabras de Lázaro Carreter, que constataba: «El lenguaje nos ayuda a capturar el mundo. Cuanto menos lenguaje tenemos, menos mundo capturamos. La lengua empobrecida empobrece el pensamiento». Desde la Academia Ecuatoriana somos conscientes de la inminente necesidad que urge a nuestra educación a exigirse, cada vez más, en el afán de enriquecer el habla de los ecuatorianos, base de todo progreso personal y social.

Durante sus ciento cincuenta años de historia, nuestra Academia ha contado con académicos eminentes cuya palabra en años difíciles ha sido apenas difundida y conocida por quienes más lo necesitan: nuestro pueblo, generoso siempre, que tanto aporta al ser ecuatoriano a partir de su idiosincrasia, nutrida de sencillez, de su bondadosa manera de enfrentar el trabajo de la vida, casi sin pedir permiso y siempre sin buscar nada a cambio. Es hora de que desde los diversos ministerios del Ecuador que constituyen el Gobierno de nuestra República, fundamentalmente desde el Ministerio de Educación, el de Cultura y Patrimonio, así como el de Deporte y de la Mujer y Derechos Humanos, se tenga plena conciencia de que una educación exigente y valiosa no puede esperar. Escuelas y colegios, maestros preparados y conscientes de su enorme responsabilidad personal y patriótica, no solo no pueden faltar en cada ciudad, sino en ninguno de los ámbitos más alejados, donde nuestra población trabaja sin pausa en el afán de lograr una existencia dignamente humana. 

Confiamos en que este Congreso sea un hito que contribuya a esa indispensable toma de conciencia social que nos impulse individualmente en nuestra calidad de miembros de la corporación cultural más antigua y valorada del país, a contagiar a todos el amor por la palabra buena, bella y verdadera; que nos impida volver atrás y nos ayude a asumir que lograrlo depende del conocimiento y el amor que cada hablante pone en el valor de su expresión, en el leer y en el escribir, en el cultivar, amar y vivir la palabra, esta palabra que nos enseña a ser.


Para saber más sobre el XVII Congreso de la ASALE:


© Fotos UNIR: Susana Cordero, en el XVII Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE).


Directora de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, primera mujer la que la dirige. Se doctoró en Pedagogía con especialización en Filosofía en la Pontificia Universidad Católica de Ecuador. Cordero de Espinosa es una reconocida ensayista, catedrática universitaria y editora del diario «El Universo» (Guayaquil).